¿Qué podemos hacer las personas comunes ante la crisis ecológica?

Este artículo es la finalización de este otro. El artículo anterior puede considerarse como los fundamentos para lo que sigue.

¿Qué no hacer? 

Desde hace un tiempo estoy aplicando la metodología de, antes de empezar a proponer soluciones para un problema complejo, repasar todas las maneras en que podríamos empeorarlo. Describir todas las no-soluciones que conozcamos o podamos imaginarnos para el problema en cuestión sirve para separar la paja del trigo y ahorrarnos dolores de cabeza.
  1. No perdamos el norte ni dejemos que nos desorienten. Las medidas individuales o familiares para reducir las emisiones de GEI son recomendables para demostrarnos a nosotros mismos y a nuestros pares que es posible cambiar de estilo de vida sin reducir nuestra calidad de vida. Es más, la calidad de vida puede aumentar. Sin embargo, nunca debemos perder el norte de que:
    1. La solución a la emergencia climática es la transición post-fósil de nuestros sistemas energéticos, alimentarios, urbanos y de transporte.
    2. La solución a la crisis de recursos es un decrecimiento económico planificado. 
    3. Esto es algo que se hará contra las élites.
  2. No nos metamos en discusiones cuando no conocemos bien los hechos. Un partidario del crecimiento infinito puede dejarnos en ridículo si demuestra que no conocemos hechos técnicos elementales de nuestros sistemas energéticos, agrícolas y de transporte. No les hagamos fácil el descalificar al decrecimiento o al ecologismo como locos e irresponsables. Necesitamos formarnos en cómo funcionan los sistemas que se necesitan reformar para hablar con conocimiento de causa.
  3. No nos convirtamos en fanáticos obsesionados con el apocalipsis. Esa es la caricatura que los obstruccionistas hacen de nosotros, y les hacemos un favor si nos adecuamos a ella. Hablemos de los hechos duros, refutemos las mentiras reconfortantes, pero también demostremos que hay esperanza. Lidiemos con las consecuencias psicológicas de la posibilidad del colapso de una manera sana.
  4. No nos dejemos atraer a terrenos donde gana quien mejor maneja la retórica. De esa manera los hechos quedan oscurecidos. Los partidos políticos, los medios de comunicación y los Think Tanks tienen expertos en esta retórica. Estos spin doctors tienen un alto entrenamiento en ganar discusiones, incluso -sobre todo- cuando no tienen la verdad de su lado. Elijamos bien si vamos a debatir dónde lo hacemos y con quién.
  5. No caigamos en la trampa del "supervivencialismo". Típico del individualismo anglosajón, no es otra cosa que la quimera de autogestionar individual o familiarmente lo que sólo puede ser una tarea comunitaria: prepararse para sobrevivir escenarios catastróficos, sea a nivel local o supra-local. No vas a sobrevivir ningún colapso porque tengas una casa-fortaleza autosuficiente a nivel energético con alimentos para 5 años. Incluso en ese escenario, tu aislamiento lo único que haría es convertirte en un blanco de la desesperación. Solo vas a sobrevivir junto con otros. Los proyectos preparativos a nivel individual/familiar tiene que ser fáciles de escalar mediante la cooperación para que sean útiles a la comunidad y por lo tanto a quienes los encaran.
Si se te ocurren más cosas para agregar aquí, soy todos oídos. Ahora pasemos a lo que sí podemos y necesitamos hacer.

Apropiarnos de la ciencia aunque no seamos científicos

En esta sociedad, un científico es una persona que también necesita dinero para sobrevivir y eso significa mantener un empleo en alguna institución, empresa o gobierno. Parte de ellos ha sido comprada por corporaciones y Estados para decir mentiras, y otra gran parte directamente se calla por miedo o porque siente que alertar al público no es su trabajo, sino meramente producir los datos. Por eso es esencial que apoyemos a los científicos que se animan a decir la verdad sobre la emergencia climática y la crisis de recursos.

Los sucesivos informes generados por el IPCC, entregados y discutidos en las cumbres climáticas, proponen diversas medidas de mitigación y adaptación al cambio climático. Algunas de esas medidas han sido criticadas por científicos independientes porque se quedan a medio camino entre lo que los gobiernos y empresas tienen que hacer y lo que los políticos y empresarios quieren escuchar. Pero son puntos de partidas útiles para la transición post-fósil que necesitamos. Necesitamos disminuir nuestra demanda energética. Necesitamos reformar los sistemas productivos y urbanos para que reduzcan sus residuos. Necesitamos reducir el impacto ambiental de la producción alimentaria.

Las medidas de adaptación se relacionan con las tendencias de cambio climático que ya no pueden detenerse y a las que tendremos que acostumbrarnos. El cambio climático se expresa distinto en cada región. Para países isleños y zonas costeras, el impacto principal será la suba del nivel del mar por el deshielo de los polos. Otras zonas verán alterados sus regímenes de lluvias, por lo que tendrán que adaptar sus cultivos (si son zonas agrícolas) o su infraestructura (si son zonas urbanas) para periodos secos más extensos y lluvias concentradas. Similar con olas de calor, con las olas polares, con las sequías. También, todo esto es algo que no solo se puede hacer sino que en algunos lugares se está haciendo. Una manera de incorporar el cambio climático a la agenda de los gobiernos locales es exigir que se actualice el plan de riesgos de la localidad (o se cree uno, si no existe), incorporando el impacto previsible del cambio climático en la región.

Existen propuestas similares de mitigación y adaptación para la crisis de recursos. Una de estas medidas es la agricultura regenerativa en el campo, ya que esa manera de producción requiere menos maquinaria e insumos provenientes de combustibles fósiles (que van a escasear) y tiende a preservar y recuperar la fertilidad del suelo. Otra de estas medidas es que las ciudades produzcan la mayoría de los alimentos y productos de primera necesidad que consumen. Esto no es eficiente en términos industriales y comerciales en un escenario de combustibles fósiles baratos y economía globalizada. Pero esas dos últimas situaciones tienen sus años contados y a medida que no puedan mantenerse las cadenas de distribución viviremos situaciones de desabastecimiento. Por no mencionar la carestía de alimentos como consecuencia del alza del precio de fertilizantes y del gasoil usado en la siembra, en la cosecha, y en el transporte del producto a las ciudades. Las ciudades necesitan producir sus propios alimentos para evitar o mitigar situaciones de desabastecimiento. Lo mismo con otros productos de primera necesidad. La autosuficiencia en términos completos puede ser imposible, pero hay que aproximarse.

Todo esto es técnicamente posible. De lo que se trata es de hacerlo políticamente inevitable.

Organizarnos

Necesitamos organizarnos comunitariamente para sobrevivir lo que se viene. No hay maneras de sobrevivirlo individualmente o familiarmente. Si la comunidad muere, nosotros también. Si la comunidad sobrevive, nuestras chances individuales y familiares de supervivencia aumentan. Redes vecinales de apoyo mutuo, cooperativas de consumo, cooperativas de producción agroecológica y de esenciales, ferias barriales, huertas comunitarias. Cuánto mejor organizada esté una sociedad civil mejor puede resistir los planes de las élites y más resiliencia tendrá esa comunidad. Incluso reunirse con amigos y hablar de todo esto sirve para reducir el stress y encontrar juntos caminos para una esperanza viable y algo práctico que hacer.

Necesitamos organizarnos políticamente a nivel local. El nivel local del gobierno es el más cercano a los ciudadanos y, además, las ciudades son las principales responsables de la crisis ecológica, sea por su contaminación directa o indirecta y por su demanda de extractivismo. A nivel local y quizás regional, es necesario construir asambleas ciudadanas independientes que ganen legitimidad popular. Sea para presionar a las autoridades para que adopten medidas de mitigación y de adaptación como para organizarlas directamente sin su apoyo o incluso contra su voluntad.

Necesitamos promover sociedades realmente democráticas. Las actuales élites han tenido el poder de aproximarnos a esta amenaza existencial porque el mundo humano sigue estando dividido en un arriba y un abajo. A pesar de los grandes cambios desde el tiempo de los faraones y emperadores hasta hoy, la estructura social sigue siendo una pirámide. Gran parte de la gente común de hoy (no toda) tiene más derechos y recursos que sus antepasados, pero el poder que tienen las élites económicas y los Estados es mayor que el de cualquier tirano de la historia antigua. Para quitarle el poder a estas élites y que nunca lo vuelvan a tener necesitamos reformar la estructura social para dispersar el poder lo más posible, y la única forma histórica de ello es la democracia directa. A la cual deberíamos llamar democracia real o verdadera, ya que lo que hoy se llama "democracia representativa" en realidad es la república de gobierno representativo. Esto requiere un cambio en las cabezas para darnos cuenta que el Estado es la forma organizativa de las élites, que Estado y democracia son opuestos, y que un mundo de comunidades gobernadas democráticamente no solo es posible sino que tenemos ejemplos actuales y pasados de los que aprender. Perspectivas como el municipalismo libertario y el confederalismo democrático se han ocupado de dar esta discusión. Sin embargo, la necesidad de una sociedad democrática se hace intuitiva para el común de la gente en las experiencias de organización comunitaria y organización política independiente. Mi contribución teórica a este asunto es un librito que imagina cómo gobernar a una ciudad con asambleas vecinales.

Algunas respuestas a las tácticas de las élites

Las élites no se van a quedar quietas ante esto y de hecho, como fue dicho en el artículo anterior, hace tiempo que vienen accionando en contra de la agenda climática. A continuación detallo algunas de las tácticas de disuasión que las élites, generalmente a través de gobiernos, tecnócratas, y medios de comunicación (y reproducidas a veces por gente común), utilizan para generar un consenso a favor de sus intereses y sabotear la formación de un consenso contrario.

Diluir la responsabilidad de corporaciones y gobiernos porque "la culpa es de todos". No podemos resolver la crisis climática porque la gente común no separa los residuos, no recicla, come carne, tiene un auto, tiene un celular, cada tanto viaja en avión... Esto es mentira. El impacto ambiental de las empresas transnacionales y de los gobiernos es muchísimo mayor al del ciudadano común. Necesitamos hacer del consumo de las élites el eje de la discusión. Necesitamos popularizar las maneras de satisfacer las necesidades humanas con menor uso de recursos y energía, que ya existen (agroecología, bioconstrucción, casas pasivas).

Distraernos con soluciones mágicas tecno-optimistas. Ejemplos: la fusión nuclear, el hidrógeno verde, paneles solares por todos lados, el auto eléctrico. Todas esas "soluciones" requieren una enorme cantidad de recursos minerales que ya están escaseando o que tienen picos de producción próximos. Necesitamos poner en primer plano la crisis de recursos y explicar por qué destinar recursos al crecimiento verde sería un gran derroche, ya que necesitamos esos recursos para un decrecimiento ordenado. Necesitamos criticar el tecno-optimismo, explicar que los problemas sociales requieren soluciones sociales, y que la tecnología no es solo conocimiento aplicado, también es materia y energía aplicadas.

La demagogia sobre el control de la población. Si bien tenemos que hablar de la cuestión demográfica, tiene que ser con responsabilidad y no tenemos que dejarnos engañar con que la culpa es de la gente que tiene (muchos) hijos o de los inmigrantes o de algún "otro". Lo insostenible ecológicamente no es el número de la población, sino los estilos de vida basados en la abundancia de combustibles fósiles. La ideología de que "sobra gente" es promovida por la minoría que quiere seguir con esos estilos de vida consumistas y mantener la desigualdad social en el acceso a recursos que escasearán. Es muy posible que esa ideología se use de manera nacionalista similar a como la usaron los fascismos del siglo XX, queriendo persuadir a unos pueblos de que su supervivencia depende de la eliminación de otros pueblos. Necesitamos hacer énfasis en el consumo de las élites y de los Estados para que no nos metan en esa trampa.

Igualar decrecimiento con empobrecimiento. Esto no es solo una calumnia de quienes saben que no es así, sino que incluso puede ser una mala interpretación de gente bien intencionada. La realidad desde hace mucho tiempo es que la riqueza social alcanza para una buena vida para todos, pero está hiper-concentrada en un 1% de la población. En un mundo de abundancia, el problema de la pobreza es un problema de la distribución de la riqueza. Todavía es posible acompañar el decrecimiento con redistribución de la riqueza e incluso mejorar la situación de la población que hoy está al fondo del consumo. Aquí es claro como el establishment de economistas e intelectuales que justifican la actual concentración de la riqueza, que demonizan cualquier medida redistributiva como "socialismo", y que se oponen a detener el crecimiento (igualándolo con el progreso), son claramente parte del problema y aliados o empleados de las élites. Necesitamos educarnos sobre sus falacias, enfocarnos en los hechos y demostrar lo lejos que están de la realidad con sus teorías y sus "modelos" que no tienen en cuenta ni las leyes de la física ni la situación de la biosfera.

El ataque personal contra activistas ambientales y científicos comprometidos. Esto es algo ya en curso por mucho tiempo. Ridiculizarlos, destruir sus carreras, amenazarles. Ya vemos cómo atacan a Greta Thunberg por simplemente decirle a los gobiernos del mundo que le hagan caso a lo que dice la ciencia. Los medios masivos están empezando a usar la etiqueta de "ecoterroristas" para grupos y personas enfocados en la acción directa, sea violenta o no violenta. En países como Colombia, los activistas que protegen ecosistemas ambicionados por corporaciones extractivistas directamente son asesinados. Necesitamos construir redes de solidaridad con estos científicos y activistas.

La última línea de defensa del privilegio de las élites: el ecofascismo. Esta es ya una estrategia de supervivencia más que una táctica. Cuando la crisis ecológica sea mucho más aguda, las élites nos intentarán convencer -por las buenas o por las malas- que el problema no se soluciona cambiando el sistema social, sino que el problema es que sobra gente. No hay suficiente recursos para todos, por lo tanto hay que priorizar a nosotros sobre otros. Expandir nuestro "espacio vital" expulsando a quienes estén allí y apropiarnos por la fuerza de los recursos que nosotros necesitamos. El resultado natural de esta agenda es dictaduras, guerras y genocidios. Aquí una explicación más detallada del ecofascismo y de cómo combatirlo.

¡Hay esperanza!

La realidad es terrible, pero tenemos todavía un margen de acción. Lo que necesitamos son perspectivas correctas para no abrumarnos. 

Ninguna persona o agrupación por sí misma puede resolver un problema a nivel global. Es el nivel local al que tenemos que dirigir nuestra atención. 

El poder político comunal/municipal es el más cercano que tenemos tanto para presionar en la dirección correcta como para enfrentar si toma el camino de las élites. 

La comunidad en la que vivimos es aquella en la que tenemos que construir redes de solidaridad y apoyo mutuo para encarar lo que se viene. 

Nuestra familia y nuestros seres queridos son nuestros primeros y más cercanos interlocutores para hablar de estos temas.

Enfocarse en lo que podemos hacer y hacerlo, aunque parezca insignificante, es no sólo lo más realista sino lo más pro-activo.

Quizás ya estés haciendo parte de lo que necesita hacerse. En cuanto a la otra parte, con un poco de reflexión podes darte cuenta de por dónde empezar. La creatividad también es una opción. Trata de no verlo como deber o sacrificio. Esto puede tomar la forma de proyectos que enriquezcan tu calidad de vida, tanto a nivel cotidiano como de sentido.

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