La imposibilidad de la migración interesestelar
La siguiente es mi traducción del ensayo Our generation ships will sink, del autor de ciencia ficción Kim Stanley Robinson. El título traducido es Nuestras naves generacionales se hundirán.
La migración interesestelar es uno de los principales mitos tecno-optimistas: La continuidad del Progreso humano en otros sistemas solares, quizás incluso en toda la Vía Láctea y en otras galaxias. Este sueño fue la materia prima de cientos de relatos de ciencia ficción, especialmente la ciencia ficción inspirada por el programa Apolo. En ese entonces los relatos de una humanidad interplanetaria coincidía con el optimismo sobre el destino de la humanidad. Hoy la migración interestelar es considerada como un proyecto de emergencia para evitar la extinción humana en caso de alguna catástrofe en la Tierra.
A continuación Robinson repasa implacablemente los problemas físicos, biológicos, ecológicos, sociológicos y psicológicos que vuelven a la migración interestelar un proyecto en el que no vale la pena invertir recursos. Agregué algunos links de referencia para quienes quieran profundizar.
Nuestras naves generacionales se hundirán
por Kim Stanley Robinson
“La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no podemos vivir para siempre en una cuna”.
—Konstantin Tsiolkovsky
El viaje de la humanidad a las estrellas es a la vez un sueño antiguo y un proyecto de finales del siglo XIX y principios del XX, propuesto poco después de los primeros desarrollos en cohetería. La idea se propagó por la cultura mundial, principalmente a través de la ciencia ficción. Innumerables historias se basaron en visitar planetas que orbitaban alrededor de otras estrellas. Los viajes espaciales se convirtieron en parte de un consenso plausible y ampliamente aceptado sobre el futuro de la humanidad. Un futuro hacia el que parecíamos avanzar aceleradamente durante el siglo XX.
Con los enormes éxitos de Star Trek y Star Wars, la idea arraigó firmemente en la imaginación popular: si sobrevivimos como especie, nos esparciremos por la galaxia. Esta asombrosa diáspora marcaría nuestra madurez o éxito como especie. También nos permitiría sobrevivir a la Tierra misma, en caso de que sufriera un desastre natural o fuera destruida por alguna locura humana. La idea de una supervivencia galáctica a largo plazo para la humanidad era reconfortante para algunos y además parecía ser el destino inevitable de nuestra especie. Cuando llevamos personas a la Luna en 1969 y robots a Marte en 1976, parecía que ya estábamos en camino.
Pero en el mismo siglo en que esta idea se difundió, también aprendimos cosas que hacían a este proyecto cada vez más irrealizable. Cuando se abordó por primera vez la noción de viaje interestelar ni siquiera sabíamos qué tan grande era el universo; ahora sí lo sabemos, y es más grande de lo que pensábamos. Mientras tanto, el tremendo avance en nuestro conocimiento de la biología nos ha enseñado que los seres humanos son mucho más complicados de lo que pensábamos. Somos ensamblajes complejos interpenetrados con ecologías más grandes.
Estos y otros hallazgos hacen que una evaluación contemporánea del plan de migración interestelar sea bastante sorprendente: empezamos a darnos cuenta que es imposible.
Para algunas personas, ésta es una conclusión inquietante y profundamente pesimista. Cuando además combinas este nuevo juicio con los problemas recientemente descubiertos relacionados con el plan para terraformar y habitar Marte (presencia de percloratos y ausencia de nitrógeno), llegamos a una conclusión completamente nueva sobre nuestra especie: no existe el Planeta B.
La Tierra es nuestro único hogar.
Esta conclusión, sorprendente para algunos, obvia para otros, tiene ramificaciones que vale la pena considerar. Si llegara a ser un punto de vista generalmente aceptado, podría cambiar la forma en que actuamos como individuos y como sociedades. Estos cambios de comportamiento pueden resultar cruciales para nuestros descendientes. Entonces, aunque toda esta discusión consiste en especulaciones sobre futuros hipotéticos, es decir, ciencia ficción, vale la pena pensar en ellas.
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Los problemas que nos impedirán ir a las estrellas pueden agruparse en estas categorías: físicos, biológicos, ecológicos, sociológicos y psicológicos. Podría agregarse la categoría de problemas económicos, pero estos son triviales en comparación con el resto, ya que la economía es susceptible de ajuste según la demanda. La realidad no es tan manejable.
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Físicamente, el problema principal es que las estrellas están demasiado lejos.
Este problema se ha solucionado en muchas historias de ciencia ficción mediante la introducción de algún tipo de viaje más rápido que la luz, pero en realidad esto no va a suceder. Es una conveniencia empleada para llevarnos a un gran espacio narrativo, una alfombra mágica que nos brinda la galaxia. Me gusta mucho ese espacio narrativo, pero cualquier plan realista para llegar a las estrellas requerirá un viaje más lento que la luz, probablemente bastante más lento. La velocidad habitualmente mencionada en estas discusiones es de un décimo de la velocidad de la luz, ya que es la máxima velocidad a la que -imaginariamente- se puede acelerar una nave espacial conservando la capacidad de desacelerarla más tarde.
Las estrellas más cercanas están a cuatro años luz, aunque ahora sabemos que la constelación Centaurus no tiene planetas que podamos terraformar. Entre otras estrellas cercanas, ahora se sabe que Tau Ceti, a doce años luz de distancia, tiene planetas en su zona habitable; son demasiado masivos para ser habitados por humanos (tienen cinco o seis veces la gravedad terrestre), pero podrían estar orbitados por lunas habitables. Viajando a una décima parte de la velocidad de la luz, un viaje hacia allí tomaría 120 años. A eso hay que sumarle el tiempo necesario para la aceleración y la desaceleración; eso nos llevaría a unos 200 años de tiempo de tránsito.
Esto significa que incluso un viaje a las estrellas más cercanas requerirá un esfuerzo de múltiples generaciones. La nave espacial deberá ser una especie de arca, que transporte a todos los demás animales y plantas que los humanos llevarán consigo a su nuevo mundo. Esto significa una máquina muy grande y complicada, que tendría que funcionar en el medio interestelar durante dos siglos o más, sin posibilidad de reabastecimiento y con posibilidades limitadas de reparación. La nave espacial también tendría que contener un sistema de soporte vital biológicamente cerrado, en el que todos los flujos de materia y energía tendrían que reciclarse a la perfección o casi, minimizando las capturas u obstrucciones de cualquier tipo.
Aquí es donde los problemas biológicos y ecológicos pasan a primer plano. Pero enfocándonos por ahora en los problemas puramente físicos, la nave estelar estaría expuesta a mucha más radiación que la presente en la Tierra, donde la atmósfera y la magnetósfera nos protegen hasta cierto punto. Los efectos de esa radiación adicional no se conocen por completo, pero no serán buenos. Un revestimiento sería de ayuda, pero aumentaría el peso de la nave. El combustible transportado para la desaceleración podría servir como revestimiento en el camino, pero a medida que empiece la desaceleración ese combustible se quemará, aumentando la exposición de los viajeros estelares, que ya sería más alta de lo que habría sido en la Tierra.
Por último, si la nave se topa con un objeto de dos o más kilogramos mientras se mueve a una décima parte de la velocidad de la luz, el impacto podría ser catastrófico.
Estos problemas físicos, especialmente los relacionados con la propulsión y la desaceleración, son los que han recibido más consideración por parte de la comunidad de discusión y defensa de las naves estelares. Como son problemas de ingeniería, se les pueden dar soluciones hipotéticas utilizando ecuaciones de la física que sabemos que son verdaderas. Por lo tanto son los problemas más sencillos que enfrentarán las naves estelares. Pero sencillo no significa fácil.
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Los problemas biológicos son más difíciles de resolver para los humanos que los problemas físicos, porque la biología se ocupa de la vida, que es extraordinariamente compleja e incluye propiedades emergentes y otros comportamientos poco conocidos. En última instancia, la biología sigue siendo física, pero constituye un conjunto más complejo de problemas físicos e incluye áreas que no podemos explicar.
Sabemos que las cosas fallan en los sistemas biológicos porque esto sucede todo el tiempo; los seres vivos se enferman y mueren. También muy a menudo se comen entre sí, o uno es la enfermedad del otro. Estas realidades significan que los problemas biológicos y ecológicos son mucho menos manejables que los problemas físicos y no tienen solución en el contexto cerrado de una nave estelar multigeneracional.
Es una cuestión del tamaño de la comunidad y su aislamiento de nuevos insumos. Una nave estelar sería algo así como una isla, pero una isla mucho más aislada que cualquier isla de la Tierra. Los procesos identificados por la biogeografía insular sucederían dentro de una nave estelar, y además se verían acentuados por el aislamiento radical. A medida que pasaran generaciones de personas, plantas y animales, el éxito reproductivo y evolutivo se vería perjudicado por cuellos de botella genéticos, también por enfermedades, límites en los recursos, etc. El efecto de isla acentuado podría llevar a que más especies de lo habitual se vuelvan más pequeñas y muten de otras formas, como se observa en las islas de la Tierra. Y debido a que las bacterias tienden a evolucionar a un ritmo más rápido que los mamíferos, el aislamiento completo puede conducir al desarrollo de un conjunto de bacterias bastante diferente del que se envió en la nave espacial. Todos los mamíferos incluyen una gran cantidad de bacterias que viven en su interior, ya sea de forma simbiótica, parasitaria o sin una interacción significativa, por lo que este cambio genético más rápido en la comunidad bacteriana podría convertirse en un gran problema para todas las criaturas más grandes. En la Tierra hay una infusión constante de nuevas bacterias en los mamíferos, lo que ocasionalmente produce malos resultados, como sabemos; pero en general, esta infusión es un aspecto necesario de una existencia sana.
Vivimos asociados con muchas otras criaturas vivientes. El 80% del ADN en nuestros cuerpos no es ADN humano, y este descubrimiento relativamente nuevo es sorprendente porque nos obliga a darnos cuenta de que no somos individuos discretos, sino biomas, como pequeños bosques o pantanos. La mayoría de las criaturas que viven en nuestro interior tienen que estar funcionando bien para que el sistema en su conjunto esté sano. Este equilibrio es difícil de lograr y no funciona perfectamente ni siquiera en la Tierra; pero al estar los viajeros divorciados de la carga bacteriana de la Tierra, y por lo tanto al no recibir infusiones de nuevas bacterias, aumentarán notablemente sus posibilidades de sufrir problemas inmunológicos similares a los observados en ambientes terrestres demasiado estériles.
Debido a que necesitamos una amplia gama de compañeros bacterianos, convendría traer tanto de nuestro planeta como pudiera caber en una nave estelar. Pero incluso la nave estelar más enorme tendría aproximadamente una billonésima parte del tamaño de la Tierra, y esta miniaturización necesaria casi con certeza conduciría a efectos desconocidos en nuestros cuerpos.
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Esto nos lleva a los problemas ecológicos. La biología siempre es ecológica, ya que todo ser vivo es un sistema ecológico en miniatura. Pero centrarse en el nivel de la comunidad trae a colación los problemas creados por el flujo metabólico de sustancias en un sistema de soporte vital biológicamente cerrado. Estos flujos, tanto de sustancias vivas como no vivas, tendrían que mantenerse equilibrados dentro de parámetros bastante ajustados para evitar fisuras o bloqueos importantes. Los ciclos de oxígeno, dióxido de carbono, nitrógeno, fósforo y muchas otras sustancias químicas y elementos tendrían que ocurrir sin grandes desbordes ni atascamientos. La Tierra experimenta grandes flujos ecológicos a lo largo del tiempo, con acumulación de ciertos elementos (oxígeno en la atmósfera, carbono en rocas sedimentarias) que fuerzan procesos evolutivos: todo lo que está vivo tiene que adaptarse a las nuevas condiciones o extinguirse. Ambas cosas suceden a menudo.
Estos flujos y acumulaciones también ocurrirían dentro de una nave estelar, pero como los viajeros estelares estarían interesados en no extinguirse, tendrían que manejar o perfeccionar todos los flujos para evitar que los dañen. Esto requeriría mantener casi todos los demás componentes vivos del sistema, excepto las enfermedades que inevitablemente llevarían consigo; y si los productos químicos como el fósforo se unieran a los sustratos a medida que avanzan en el ciclo del agua, que es algo que tienden a hacer, esto sería malo para el sistema en su conjunto. No existiría la posibilidad de adiciones exteriores al sistema, ni una buena manera de detener los ciclos, limpiar los sustratos y liberar los productos químicos obstruidos. Tampoco sería fácil luchar o escapar de las enfermedades que se hubieran colado dentro de la nave; o lidiar con una nueva especie microbiana que de repente se alimentara de plantas, animales o personas.
En definitiva, un sistema ecológico con un reciclaje perfecto es imposible. Ni siquiera la Tierra lo es. En un sistema aislado un billón de veces más chico que la Tierra se exacerbarían los efectos de las pérdidas, las acumulaciones, las rupturas metabólicas, los cambios de equilibrio, las obstrucciones y otras acciones y reacciones. Lo único que podrían hacer los viajeros es manejar estos problemas lo mejor posible, manteniéndolos a raya el tiempo suficiente hasta que la nave estelar llegue a su destino.
Pero incluso si logran hacer esto, sus problemas apenas habrían comenzado.
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Antes de hablar de los problemas generados por la llegada al destino, debemos terminar de esbozar los otros problemas durante el viaje, que podríamos denominar sociológicos y psicológicos. Aquí las cosas necesariamente se vuelven más especulativas, pero podemos afirmar con seguridad que los viajeros constituirán una comunidad pequeña y aislada en comparación con la población de la Tierra. Quedarán atrapados dentro de su nave espacial y tendrán que mantenerla funcionando para poder sobrevivir. Así que independientemente de su organización política, sea militar o anárquica, sea jerárquica o democrática, la situación en sí misma puede calificarse de totalitaria.
Con esto quiero decir que la situación de los viajeros exigirá ciertos comportamientos de su parte para garantizar su supervivencia. Tendrán que controlar estrictamente a su población; será necesario respetar tanto el número máximo como el mínimo de humanos, y cualquiera que sea el sistema que diseñen para lograr esta estabilidad, no incluirá la elección individual sin restricciones. Además, habrá un determinado número de puestos de trabajo que tendrán que cubrirse obligatoriamente para mantener a los sistemas de soporte vital. Una vez más, independientemente de cómo gestionen este problema, las personas no serán libres de hacer lo que quieran o de no hacer nada. Entonces, estas áreas generalmente consideradas como básicas para el sentido de la vida y la libertad política, como lo son el trabajo y la vida reproductiva, deberán estar bajo un control rígido. Sin importar los métodos para lograr este control, los viajeros terminarán viviendo en alguna versión de sociedad totalitaria. La nave espacial será su Estado, y para mantener a la nave funcionando, el Estado tendrá el poder.
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Los efectos psicológicos de todas estas limitaciones y problemas no se pueden saber con certeza. A esto hay que sumarle el conocimiento de que la Tierra está a años luz de distancia, con una población millones de veces mayor que la de la nave y una superficie terrestre un billón de veces mayor. Hay muchas razones para percibir estas circunstancias como un exilio; los viajeros también pueden llegar a sentir que nacieron (y morirán) en una prisión.
Agreguemos a este aislamiento y confinamiento los efectos de toda una vida transcurrida dentro de un espacio cerrado, y parece probable que haya algunos efectos psicológicos negativos. De hecho, es una receta para el desastre psicológico, una mezcla de alienación y resentimiento. Si alguien perdiera la cordura en esta situación y decidiera escapar, podría llegar a sabotear a la nave estelar, destruyéndola y matando a todos a bordo. Sería necesario protegerse contra un acto tan violento, lo cual intensificaría la naturaleza totalitaria del Estado, y por lo tanto el estrés y la presión sobre la población. No solo habría alienación, aislamiento y resentimiento, sino también miedo.
Por supuesto, las personas son adaptables, y los humanos tienden a dar por sentado lo que les rodea. Como la vida en una nave estelar sería lo único conocido, los viajeros estelares podrían adaptarse a su situación. Pero sabrían cuál es esa situación y conocerían la situación en la Tierra. Sabrían que su destino personal fue decidido por ancestros que tomaron la decisión de ingresar a la nave estelar, una decisión que nunca podrían deshacer. Eso podría ser irritante.
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Pero hagamos de cuenta que todos estos problemas se resuelven de alguna manera. Digamos que la nave espacial alcanza su destino y entra en órbita alrededor del planeta que los viajeros esperan habitar. ¿Qué pasa entonces?
El planeta o la luna que esperan habitar estará vivo o muerto. O albergará vida indígena, o no. Ambas posibilidades representan terribles problemas para los colonos.
Existe una tercera posibilidad, por supuesto, que es que no podrán saber si el planeta o la luna están vivos o no, al igual que nosotros no podemos saber ahora si Marte está vivo o muerto. En ese caso, todavía tendrían un problema, simplemente no sabrían qué tipo de problema tenían. Descubrirlo podría ser difícil.
Si el planeta alberga vida indígena, entonces sería imposible determinar de antemano cómo esa vida interactuaría con la vida terrestre. Habría que experimentar. Puede que no haya ningún problema, o un problema pequeño, o un problema fatal, pero seguramente tendría que ser investigado antes de que la colonización pudiera proceder con seguridad. Si se demostrara que la vida indígena interactúa mal con la vida terráquea, habría que solucionarlo, si fuera posible. Pero podría no ser posible. ¿En qué momento la gente decidiría que es seguro entrar en contacto con una forma de vida extraterrestre? Ni hablemos de coexistir con ella a largo plazo. Esa sería una decisión difícil de tomar.
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Si el planeta resultara ser una roca muerta, eso eliminaría el problema de la coexistencia con vida extraterrestre, pero el planeta tendría que ser terraformado para volverlo habitable para la vida terrestre, incluidos los humanos. Esto llevaría muchos años, posiblemente siglos, posiblemente incluso miles de años, según las condiciones y los recursos. Recordemos que los colonos solo contarán con su única nave espacial para impulsar el esfuerzo, y los planetas o las lunas con una gravedad cercana a la terrestre serán enormes. Terraformar cualquier cuerpo de este tipo definitivamente requerirá una gran aplicación de energía y, por lo tanto, llevará mucho tiempo. Y durante la mayor parte de ese tiempo, si no todo, los colonos tendrán que esperar en órbita en su nave estelar, donde seguirán existiendo todos los problemas de la nave estelar. Incluso si se trasladaran a refugios construidos en la superficie del planeta, estos refugios serían un equivalente de la nave estelar, y por lo tanto tendrían a mayoría de los problemas de un sistema de soporte vital biológicamente cerrado. Habiendo sobrevivido un par de cientos de años, ¿podrían continuar ese éxito por mucho más tiempo?
Es difícil de decir; pero lo seguro es que la llegada al destino no acabará con los problemas de los viajeros.
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Se han publicado muchas historias de ciencia ficción sobre naves estelares, y algunas han sugerido varias soluciones a los problemas descritos anteriormente.
Una solución es enviar pequeñas naves llenas de embriones congelados, que se descongelarían automáticamente y nacerían luego de su llegada. Pero esta solución ignora el problema de los microbiomas que existen dentro de nosotros; estos también tendrían que ser transportados. Y aun con conjuntos de bacterias intestinales perfectamente conservados, calibrados e introducidos en los recién nacidos, queda el problema de educar y socializar a los nuevos jóvenes. A menudo, si se menciona el problema, la idea parece ser que los robots, las películas y las bibliotecas podrían hacer el trabajo. ¡Buena suerte con eso!
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Otra sugerencia involucra lo que a menudo se llama hibernación. En este escenario, una población adulta se pone en un estado de animación suspendida, luego se despierta o se reanima cuando la nave llega a su destino.
Esto parece prometedor y, de hecho, yo mismo usé la idea como un método de rescate de emergencia en mi novela Aurora, así que estoy familiarizado con la sugerencia. Pero si esta solución no quiere convertirse en otra versión más de la alfombra mágica, entonces hay que recordar que estos pasajeros suspendidos no estarían completamente congelados e inertes (entonces estarían muertos). Solo están hibernando; enfriados y/o ralentizados químicamente, pero no completamente detenidos; ya que no sabemos cómo reiniciar a los humanos que se han detenido por completo. Por lo tanto, los pasajeros estarían viviendo una forma de vida mínimamente activa. Todavía estarían vivos.
Por lo tanto, si está vivos estarían envejeciendo. Los problemas físicos que tenían antes de ser suspendidos seguirían desarrollándose. Incluso pueden surgir nuevos problemas físicos y avanzar lentamente a lo largo de su curso. Esto es lo que significa el envejecimiento. Lento o rápido, ocurriría en cualquier sistema vivo.
Debido a este proceso inevitable, incluso si tuviéramos un método muy exitoso para reducir nuestra velocidad, esto no evitaría que los pasajeros envejecieran y luego murieran. Por lo tanto habría un límite de años para la hibernación. Y las distancias a las estrellas son tan grandes que incluso si la burbuja de espacio a nuestro alcance se expandiera cien veces más de lo que podría alcanzar una población con vida normal, eso aún representaría una pequeña porción de la galaxia. Un viaje de mil años luz, de más de diez mil años de duración, solo nos llevaría a una burbuja que representa el uno por ciento de la Vía Láctea. Eso incluiría muchas estrellas, pero ¿cuántas tienen el planeta adecuado para satisfacer nuestras necesidades? ¿Y cómo sabríamos cuáles podrían ser, antes de un examen minucioso? Nunca sabríamos adónde ir primero, y no tendríamos el lujo de ir parando a mirar mientras recorremos la galaxia.
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Así que la conclusión es que la migración interestelar no funcionará. Pero la gente todavía quiere creer en ella. Y hay que admitir que todos los problemas combinados siguen siendo menores a la absoluta imposibilidad de viajar más rápido que la luz. Los viajes multigeneracionales en naves estelares simplemente tienen una probabilidad muy, muy, muy baja de tener éxito. Si las probabilidades son de una en un millón, ¿vale la pena intentarlo?
Tal vez no.
¿Deberíamos dejar de contar esta historia?
Tal vez no. Una de las mejores novelas en la historia de la literatura mundial es El libro del sol largo y El libro del sol corto de Gene Wolfe. Una saga de siete volúmenes que cuenta la historia de un viaje de una nave estelar y la colonización de un nuevo sistema planetario, donde todos estos problemas se refinan de manera tal que permitan un gran disfrute de la historia. La novela justifica que se entretenga la idea, sin duda.
Pero cuando consideramos cómo debemos comportarnos ahora, la idea de que si destrozamos la Tierra tendremos otro lugar adonde ir es simplemente falsa. Eso debe tenerse en cuenta para establecer un valor adecuado a nuestro único planeta, de modo que no se cree un riesgo moral que nos permita ser descuidados con él.
¡No hay Planeta B! ¡La Tierra es nuestro único hogar posible!
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Pensemos: ¿esto es algo malo?
Aquí cada uno tiene que responder por sí mismo. Yo opino que esto no es algo malo; simplemente es, y puede ser considerado como algo bueno. Y sea bueno o malo, simplemente es. Esa es la realidad. No somos dioses, y cualquiera que piense en la ciencia como una varita mágica, o incluso como un verbo, está cometiendo un error. Un error que a veces se denomina cientificismo. Profundicen un poco más en estos temas, miren la evidencia; usen correctamente el método científico. Los límites de lo que podemos hacer aparecerán rápidamente.
No digo que no debamos ir al espacio; deberíamos. Deberíamos enviar gente a la luna, a Marte, a los asteroides y a todos los lugares que podamos en el sistema solar, instalando estaciones e intercambiando humanos dentro y fuera de ellas. Esto no solo es una labor hermosa, sino también útil para ayudarnos a diseñar una relación a largo plazo con la Tierra misma. La ciencia espacial es una ciencia de la Tierra. El sistema solar es nuestro vecindario. Pero las estrellas están demasiado lejos.
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Después de todo lo dicho anteriormente, se me ocurre una historia de naves estelares que podría ser admisible:
Los pasajeros que hibernan son enviados en una pequeña nave estelar rápida a un planeta cercano de aspecto cercano a la Tierra, con una carga de embriones congelados. La mayoría de los pasajeros que hibernan mueren en el camino, pero algunos sobreviven. Ancianos y débiles, pero llegan a destino vivos.
Estos ancianos proceden a descongelar, dar a luz y criar una cohorte de embriones, conduciéndolos exitosamente a la etapa de bebés y niños pequeños. Pero ahora los hibernadores, completamente despiertos y vivos, y por lo tanto envejeciendo al ritmo habitual, comienzan a morir. Es una carrera para criar y educar a los jóvenes mientras todavía hay ancianos vivos para hacer el trabajo. Eventualmente, nueve decrépitos sobrevivientes se encuentran cuidando de setenta y seis niños de 5 años de edad. ¡Tiempos interesantes! Este es el corazón de la novela.
Afortunadamente, el planeta en el que aterrizaron parece muerto y tiene hielo en su superficie e incluso una atmósfera respirable (no es probable pero no es imposible). Los ancianos esparcen bacterias terrestres en la superficie y luego liberan todas las plantas y animales que trajeron con ellos, con la esperanza de terraformar el lugar lo más rápido posible. El planeta tiene casi la misma gravedad que la Tierra, lo que es bueno para la salud de todas las criaturas terrestres. Sin embargo, esto significa que el planeta es casi tan grande como la Tierra. La terraformación llevará un tiempo, tal vez algunos siglos.
Todos se mudan a un hábitat en la superficie construido por sus robots, cerca de un mar helado. Un par de décadas más tarde, todos los hibernadores han muerto, y los jóvenes, que ahora tienen 25 años, disponen de este nuevo mundo para habitarlo.
¡Buena suerte para ellos! ¡Gran historia! Podría unirse a We Who Are About To... de Joanna Russ como uno de los romances planetarios verdaderamente memorables de la ciencia ficción. Al igual que esa gran novela, sería a la vez interesante y creíble; de hecho, no sólo creíble, ¡sino el único escenario estelar que uno podría creer!
Si es que puedes.
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