Una ciudad gobernada por asambleas vecinales
Comparto este librito que vengo escribiendo hace un tiempo. Se puede bajar aquí. A continuación copio parte de su introducción.
Imaginar cómo gobernar una ciudad mediante asambleas vecinales puede parecer una pérdida de tiempo para mentes demasiado adaptadas a lo existente. Pero yo creo que este ejercicio de imaginación está históricamente justificado, y los próximos apartados van a argumentar eso. Además, creo que imaginar soluciones democráticas a los problemas urbanos puede tener consecuencias benéficas imprevistas para el hoy.
Ya que hablamos de soluciones democráticas definamos democracia. Democracia significa el gobierno del pueblo. ¿Vivimos en democracias? Nos dicen que sí, pero si vamos a las definiciones rigurosas, en realidad vivimos en repúblicas. En las repúblicas gobiernan los representantes, no el pueblo. La democracia verdadera es lo que la actual cultura política llama “democracia directa” en oposición al oxímoron que nos enseñaron en la escuela: “democracia representativa”.
La primera motivación que tengo para escribir este libro es que tengo ganas de imaginarme una sociedad democrática. No voy a presentar una imagen completa de esa sociedad porque no puedo (ni quiero): lo que sí quiero y puedo hacer es promover un debate al respecto de su posibilidad y deseabilidad.
Otra de mis motivaciones para escribir lo siguiente es porque me hubiera gustado leerlo cuando estaba involucrado en las asambleas populares de 2001-2004. En algunos pasajes sobre el funcionamiento de asambleas vecinales se notará que hablo por experiencia. En otros pasajes estoy compartiendo lo que pienso que podría haber funcionado para impedir o prevenir algunas situaciones.
Hay otra motivación que tiene que ver con una rebeldía. Tenemos un pensamiento único sobre el futuro que varía entre dos extremos: la profundización del actual camino y la distopía. El primer extremo asume que siempre tendremos cantidades infinitas de materiales y energía para una sociedad hiper-tecnológica. El segundo es alguna variante de apocalipsis donde los guionistas y sus financistas, cobardemente, suelen evitar sus versiones más probables (colapso por razones climáticas, por escasez de materiales, o guerra nuclear) y exploran epidemias zombies, invasiones extraterrestres, y cataclismos planetarios. Contra esas dos tendencias del pensamiento existente sobre el futuro, quiero rehabilitar la tradición utópica. Quiero imaginar utopías realistas, es decir, ubicadas en un mundo de crisis climática y escasez de materiales (sobre todo de combustibles fósiles), pero que animen la esperanza sobre el espíritu humano y nuestra capacidad de sobreponernos a las adversidades.
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