Discusiones con anarquistas sobre la democracia, el crimen, y la vida en paz

 


Los siguientes son contrapuntos a partir de mi lectura de algunas publicaciones anarquistas como El Gato Negro. No los considero contrapuntos con EL anarquismo porque por ejemplo, con anarquistas como David Graeber me considero hermanado. También soy un fan del comunalismo libertario de Murray Bookchin, que tomó bastante del anarquismo práctico de la revolución española (la experiencia de las colectividades) y que hoy se ve reflejado parcialmente en la experiencia del Kurdistán. Mi reivindicación del anarquismo pasa por el anhelo por arreglos sociales no-estatales, igualitarios, y libertarios.

Ordeno los siguientes contrapuntos alrededor de tres temas. La democracia, el crimen y la vida en paz.

La democracia

La democracia es el autogobierno del pueblo. Sin representantes, y por lo tanto sin Estado. La gente, en asamblea o en grupos, decide por consenso o por mayoría de votos sobre los asuntos que le afectan. ¿Es posible un arreglo social más libertario e igualitario para una comunidad? No lo conozco. ¿Por qué hay anarquistas que están en contra de la democracia?

Una posibilidad que se me ocurre es que esos anarquistas creen -como gran parte de la población- que ya vivimos en democracia. No es así. Vivimos en repúblicas de gobierno representativo. La democracia era uno de los peligros que los "padres fundadores" de las repúblicas quisieron evitar. Las élites burguesas y las clases políticas, cuando vieron que sus regímenes sobrevivirían e incluso prosperarían con el voto popular, se dieron cuenta que era útil usar la palabra democracia para designar a esta no-democracia. Inventaron ese oxímoron de "democracia representativa" y a la democracia verdadera le llamaron "democracia directa". Incluso los marxistas se equivocan al llamarle a estos sistemas políticos "democracias burguesas". No son democracias ni siquiera en lo formal. Son repúblicas, nos gobiernan representantes. El único momento democrático de estas repúblicas es la elección de esos representantes, que ni siquiera se hace en una asamblea de la comunidad sino de forma individual, además de todos los privilegios con los que cuentan los partidos con mayor capital económico y social durante la campaña electoral.

Otra explicación para el rechazo a la democracia de algunos anarquistas es porque rechazan cualquier tipo de orden social. Se me ocurren dos situaciones desde la cual rechazar cualquier tipo de orden social. La primera es desde una creencia de que es posible la vida en sociedad sin ninguna estructura social. ¿Es posible (y deseable) para los individuos humanos vivir absolutamente sin normas, sin rituales, sin lazos de interdependencia? ¿Será que Margaret Thatcher tenía razón y "no existe la sociedad, sólo existen los individuos"? Descreo totalmente sobre esa posibilidad y no creo que haya evidencia alguna que la apoye. La segunda situación que se me ocurre es la de un hiper-individualismo. Para un individuo que quiere hacer lo que quiere cuando quiere, incluso hasta la democracia más horizontal es una tiranía porque se ve como un límite a su voluntad. Hasta el deber cívico de concurrir a la asamblea y participar de los asuntos comunitarios se puede vivir como una dictadura para una subjetividad hiper-individualista. Estas son conjeturas mías, todavía no he encontrado una explicación que demuestre que para ser anarquista hay que estar en contra de la democracia.

Como ya se puede deducir, estoy a favor de una democracia verdadera, en la cual las comunidades se organicen en cuerpos asamblearios donde los ciudadanos-vecinos decidan sobre los asuntos que afectan al barrio, al distrito y a la ciudad. Las preguntas-chicanas del tipo "¿cómo se gobierna una población de millones con asambleas?" revelan o un imaginario muy estrecho o que no se quiere investigar sobre el asunto. Murray Bookchin desarrolló sus ideas sobre el autogobierno democrático en las ciudades y las agrupó en el municipalismo libertario. Hay literatura y ejemplos prácticos de cómo lidiar con los asuntos complejos que requieren especialistas, la elección de delegados, la cuestión de la centralización y cómo evitar que se forme un poder central independiente de la comunidad (un Estado), la diferencia entre federación y confederación, la polémica entre decisiones por mayoría o por consenso. En esta propuesta propia me imagino una ciudad gobernada por asambleas vecinales.

David Graeber fue un antropólogo anarquista que se dedicó a buscar en la historia de la humanidad formas diversas de arreglos sociales. Primero para demostrar que las sociedades sin Estado no solo son posibles sino que existieron/existen, podían/pueden ser prósperas, y daban/dan un gran margen de libertad a sus miembros (mayor que las "democracias" actuales). Segundo, para que nuestra política emancipadora esté históricamente informada, no caigamos en errores repetidos, y no tengamos que reinventar la rueda. Uno de sus libros se llama El Estado contra la democracia. Se puede leer la introducción aquí y de hecho adhiero 100% a esa perspectiva simultáneamente anarquista y demócrata.

El crimen

"Todo preso es político". Ajá. ¿Deberíamos militar por la libertad de un violador de niños? ¿Y qué tal la de un policía condenado por gatillo fácil y torturas? ¿O la de un genocida de la dictadura?

Una sociedad donde todo crimen fuera impune sería infinitamente peor que la sociedad actual. Justamente mi crítica a la sociedad capitalista en este aspecto es que deja impunes los crímenes de la gente poderosa, usa el sistema penal para castigar cosas que no son crímenes, y tiene un sistema de justicia exclusivamente centrado en el castigo, donde la reparación y la rehabilitación son marginales o inexistentes.

Conozco dos extremos indeseables en este asunto de la justicia. Por un lado el punitivismo, la creencia de que todo se soluciona con castigo. Por el otro, el antipunitivismo, que es esta moda progre de creer que el castigo es igual o peor que la falta. 

Coincido en las críticas y condenas al actual sistema penal y carcelario. Es una desgracia para la humanidad, muy consistente con esta sociedad capitalista-estatal. Pero una sociedad que no penalice ningún crimen sería una pesadilla distópica para la gente decente y pacífica. Significaría vía libre para cualquier abusador de sus congéneres. Haría realidad la pesadilla de Hobbes (el hombre lobo del hombre, el estado de guerra permanente), con la que justificó su Leviatán. La gente común en ese entorno desearía que vuelva a formarse el Estado, incluso a costa de pasar a ser explotados por una élite. Una sociedad sin algún sistema de justicia es, además, algo que solo existe académicamente.

Mi principal idea-fuerza es que la justicia tiene que incluir la reparación a la víctima y formas comunitarias de sanar las heridas. En cuanto al victimario, dependerá del crimen cometido y de si está arrepentido o no. Quizás él mismo pueda hacer la reparación a la víctima o a la familia de la víctima con algún trabajo o gesto público. Quizás cometió el crimen por una falla en su educación que puede ser corregida. Quizás no está arrepentido, y tenga que tener una oportunidad de justificar sus actos ante la comunidad (quizás la injusticia se cometió contra él). Quizás la comunidad juzgue que es un individuo peligroso y su libertad de movimiento tenga que ser restringida (si es que la comunidad dispone de los recursos y la voluntad para esta actividad). Quizás el agresor cometió un crimen irreparable para la comunidad y haya que exiliarlo, o se justifique la pena de muerte. Habrá veces en que los linchamientos (imaginemos que se encuentra a un adulto in fraganti violando a un niño) serán imposibles de evitar, y habrá que tratar con las consecuencias traumáticas de esos eventos para la comunidad.

A la hora de sistemas de justicia tenemos miles de años y cientos de culturas para investigar y copiar buenas ideas, sobre todo las sociedades no-estatales. Encontrar ejemplos en la historia es mucho mejor que hacer deducciones de una ideología. Y también hay que admitir que en nuestro deseo de justicia es frecuente que se cuelen sentimientos altamente irracionales y oscuros, a los que no deberíamos dar rienda suelta. Necesitamos sistemas de justicia que sean una solución y no un problema más, y esto requiere una decisión informada por la historia (la Gran historia, la historia convencional no es suficiente) pero también por lo que sabemos sobre los seres humanos y por qué hacen lo que hacen (biología, sociología, psicología).

La vida en paz

He percibido que hay anarquistas que tácita o abiertamente desprecian a la gente cuya máxima aspiración personal es tener una vida tranquila, y/o ver crecer y prosperar a sus hijos y nietos.

Bronca, rabia, indignación, odio, sed de venganza, temeridad. Esos son los costados emocionales que algunos anarquistas cultivan en ellos mismos y le exigen a la humanidad que cultive. Quienes no pasen esa vara del heroísmo son borregos o ganado. Hablaremos de paz cuando hayamos ganado la lucha de clases, no antes. Insurrección permanente hasta que triunfemos. Sí, algunas veces se saluda la bandera del compañerismo, del amor, de la solidaridad y de la ternura(1). Pero únicamente como momentos breves dentro de la Lucha Final.

Para que el proyecto de estos anarquistas pueda ser realidad, toda la humanidad o gran parte debería ser anarquista, y anarquistas como ellos. Para eso debería darse una educación anarquista ininterrumpida durante décadas o algún atajo histórico que ponga a la gran mayoría de la población ante la disyuntiva de anarquía o un infierno. En cualquier caso, esto significa que la porción de gente que es temperamentalmente pacífica y/o cuya aspiración vital pasa por su familia, es vista como un lastre a reducir, como gente inútil a convertir en útil, o como un obstáculo a superar para que el Estado y las élites finalmente tengan el castigo que se merecen. Hay que reemplazar a la mayor parte de esa gente por mártires cuya máxima prioridad sea la revolución anarquista o, en su defecto, por gente que aunque no sea anarquista sea insurrecta y por lo tanto desgaste a las fuerzas represivas y al gobierno. Mientras quieran destruir al Estado, todo bien. ¿Y después? Después vemos.

Como persona de temperamento pacífico -que no es lo mismo que pacifista- no me identifico para nada con este pensamiento obsesionado con la destrucción. Creo firmemente que solo son viables los proyectos emancipadores que incluyen a la mayoría de la gente tal como es. Me responderán que con la gente tal como es, no es posible ninguna revolución. Pues entonces la respuesta es que no es posible ninguna revolución. A lo mejor (¡herejía!) lo que necesitamos no es una revolución. Después de todo, la historia nos enseña qué las revoluciones clásicas (protagonizadas por partidos y ejércitos) pueden llevar -han llevado- a dictaduras similares o peores que lo que las precedió. Las revoluciones han fortalecido al Estado más de lo que lo debilitaron.

Conclusiones

Sigo estando a favor de una transformación radical de la sociedad. Como indiqué antes, quiero un mundo de comunidades autogobernadas democráticamente, confederadas entre sí(2). Sé que no llegaremos ahí mediante una sucesión de reformas. Considero inevitable un proceso de ruptura con el capitalismo y el Estado. Dicho proceso seguramente incluirá enfrentamientos violentos y por principio estoy a favor de la violencia de los oprimidos para defenderse y también para liberarse, si es que los medios violentos son los más efectivos(3). Pero considero que este movimiento rupturista no será protagonizado por una militancia heroica sino por la gente común. Por "gente común" me refiero a la gran mayoría de la humanidad, que normalmente no tiene voz y voto en los asuntos que la afectan porque no tiene gran poder económico y está excluida del poder político. He decidido (re)identificarme como gente común luego de muchos años de identificarme como revolucionario(4). 

¿Qué cambios son necesarios para que la gente común quiera vivir en democracia? Esa me parece la pregunta clave para impulsar un proceso emancipatorio que incluya la rebelión contra el Estado y el capitalismo.

Si tuviera totalmente claro todo lo que hay que hacer para promover ese proyecto, lo estaría haciendo e invitando a otros a que lo hagan también. Lo que tengo más claro es lo que no voy a hacer. No voy a andar reclutando gente para una guerra, como hace el marxismo y como hace el anarquismo con quien estoy discutiendo. No voy a decirles que su anhelo de vivir dignamente y en paz es algo malo o ilusorio. No voy a glorificar la violencia (ni siquiera la violencia justificada). No voy a reducir la vida a la lucha (me suena bastante darwinista, además de falso). Lo que sea que haya que hacer, tiene que estar motivado por algo más importante que la venganza y el odio, incluso si la venganza y el odio contra los opresores tienen su lugar legítimo en todo proceso de emancipación. También tiene que estar motivado por algo más que el deseo de justicia.

Una certeza-intuición que tengo es que una de las motivaciones colectivas para este proyecto emancipatorio tiene que ser una representación positiva de la sociedad en la que queremos vivir (a riesgo que otros le llamen utopía y a riesgo de que lo sea). Otra certeza-intuición es que el amor hacia nuestros afectos más cercanos -hijos, familiares, parejas, amistades- tiene que jugar un rol fundamental en este proyecto emancipatorio en vez de ser relegado a la "vida privada" y destinado a ser potencialmente sacrificado por "la causa". El marxismo, con su sesgo anti-utopista, ha marginado la representación positiva de la sociedad que promueve(5). El anarquismo en general ha conservado más apertura mental, pero el anarquismo con el que estoy debatiendo es anti-utópico por temperamento más que por decisión teórica. Está guiado por un anhelo de destrucción, por un sentimiento de revancha. Su ethos es "Primero rompemos todo y después vemos". Considero haber ajustado mis cuentas con el marxismo, faltaba hacerlo con este anarquismo.

Notas

(1) Hasta el Che Guevara, el estalinista cultor del odio, reivindicaba la ternura. 

(2) La sociedad de Anarres descripta en Los desposeídos de Ursula Le Guin suena bastante bien.

(3) Hay investigaciones científicas sobre las luchas sociales que indican que las luchas no violentas son generalmente más efectivas. Lo cual parece contra-intuitivo para quienes fuimos formados en pensamiento revolucionario.

(4) Entiendo que vale la pena elaborar sobre esto, lo haré en un futuro posteo.

(5) Lo que ha funcionado bárbaro para que las nuevas clases dominantes marxistas impusieran sus definiciones de socialismo y comunismo como las hegemónicas.

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