Las narrativas y cómo nos condicionan

En Argentina, la década kirchnerista nos forzó a tomar conciencia de los relatos. Necesitamos ir un paso más allá y tomar conciencia de las narrativas

Definiciones

Solemos entrar en contacto con el término narrativa cuando nos están enseñando sobre literatura, como aquí. Pero para lo siguiente necesitamos saber que entramos en contacto con narrativas no sólo cuando leemos un libro, también cuando leemos los periódicos, cuando vemos la televisión, en discusiones en una mesa de café, cuando vamos a un acto político, cuando escuchamos radio o podcasts, cuando atendemos a una clase, cuando estamos en las redes sociales. Las narrativas no sólo pertenecen a autores de novelas, también a historiadores, políticos, medios de comunicación, partidos, lobbies, otras instituciones. Incluso como individuos tenemos una narrativa sobre nuestra vida.

Las narrativas son formas de ver el mundo. Determinan quienes son los buenos y quiénes los malos, quiénes son los míos y quiénes son los otros, quiénes son los protagonistas y quiénes los actores de reparto (o los extras). En función de ello cómo se ven el bien y la justicia, qué es lo que importa.

Un relato es una historia sobre cierto periodo de tiempo. Requiere una selección de los hechos que se van a contar y varias elecciones sobre cómo se los va a contar (orden, énfasis, correlaciones). Las narrativas dan las instrucciones sobre cómo construir relatos compatibles con esa narrativa.

Lo que nos pasa al adherir a una narrativa

La construcción consciente de una narrativa y su defensa como la manera correcta de ver la realidad lo han hecho desde siempre los ideólogos y los medios masivos de comunicación. Lo irónico es que mucha gente crítica con los medios masivos de comunicación está haciendo algo similar. A nivel amateur y con medios más precarios. Pero han construido a una narrativa que necesita que x cosas sean visibles públicamente para decirle al resto de la sociedad "¿ven? Tenemos razón". 

Cuando ocurren cosas que son inútiles o van en contra de esa narrativa, se guarda silencio o se las minimiza. Los partidarios de la narrativa antagonista, por supuesto, las resaltan. Y provocan al campo contrario: "¿y? ¿a ver qué dicen sobre esto?". 

Cuando ocurre algo que se puede hilar en un relato para ratificar la narrativa propia, internamente se vive como una victoria. A lo mejor humanamente se lamenta el hecho ocurrido, pero en la guerra entre narrativas, es un beneficio para nuestro campo que nuestro relato sobre este hecho sea escuchado y más si logra ser el hegemónico.

A largo plazo, históricamente, lo mejor para nuestro grupo o para la humanidad es que nuestra narrativa sea la que se imponga. Saquemos un bien de este mal, ¿no? Armemos/apoyemos el relato sobre este hecho que refuerce a nuestra narrativa. 

¿Pero qué pasa si luego se descubren otros hechos o perspectivas sobre los hechos que causan dudas sobre nuestro relato? ¡Los puntos que nuestra narrativa ganó están amenazados! Es como si nos empataran el partido en los últimos minutos. En ese escenario, quien introduzca dudas o cuestionamientos en el relato que apoyás es visto como un enemigo (aunque objetivamente no sea tu enemigo). "Necesitamos que nuestra narrativa gane. ¡El MUNDO lo necesita, y estos imbéciles se meten a introducir dudas! ¡Cállense! Cállense o los haremos callar. "

Nos podemos dar cuenta que estamos poseídos por una narrativa cuando alguien nos menciona hechos que no están contemplados por aquella y nuestra reacción es irritarnos con esa persona. Si son hechos que no conocíamos, lo más seguro es desconfiar que sean ciertos y negarnos a examinarlos, incluso cuando nos ponen las fuentes a nuestro alcance. Una salida fácil es encontrar algo cuestionable sobre la fuente, para justificar que sigamos con nuestra ignorancia y no cambiemos ni una coma del relato que veníamos sosteniendo.

Pero si se trata de hechos que ya conocíamos, ahí estamos en aprietos. Tenemos que dar una explicación convincente de por qué no los mencionamos, sino nos verán como deshonestos. ¿Estábamos mintiendo a conciencia? No, simplemente no los mencionamos porque no le sirven a nuestro relato. En vez de decirle "tenés razón, debí tener eso en cuenta" y revisar nuestro relato para que incluya más hechos, la reacción más frecuente es enojarnos con quien mencionó esos hechos "incómodos".

Algunos ejemplos

En el siglo XX mucha gente defendió a la URSS de esta manera, incluso durante las peores barbaridades del stalinismo (el Holodomor, el Gran Terror, el Pacto con Hitler). Porque la narrativa socialista tenía que triunfar sobre la narrativa de la burguesía. Había que salvar al mundo del capitalismo, por lo tanto al experimento de la URSS tenía que irle bien o así tenía que percibirlo los trabajadores del mundo. Por ello lxs socialistas y anarquistas que difundían las atrocidades cometidas por los bolcheviques primero y el stalinismo después fueron tratados de traidorxs o agentes del enemigo. Quienes criticaron las políticas de la URSS durante la Guerra Fría fueron acusadxs de funcionales a la derecha y al imperialismo.

Aún hoy sobreviven los ecos de esta narrativa en las sectas marxistas-leninistas. Hoy hacen una hábil selección de los hechos históricos para que miremos a la URSS como una experiencia formidable que tuvo "defectos" (como los gulags y las mazmorras de la policía secreta) pero "grandes triunfos" (su industrialización, los hitos de su programa espacial). Entonces para esta gente quienes no mencionan esos "grandes triunfos" serían deshonestos. Cuando se enfocan en la segunda guerra mundial, los marxistas-leninistas nos dicen que la URSS derrotó al nazismo y liberó los campos de concentración. Quedan fuera de su narrativa el antisemitismo en Rusia, el pacto entre Hitler y Stalin, las incompetencias militares de Stalin que costaron millones de vidas rusas, y las violaciones masivas de mujeres y niñas alemanas por tropas soviéticas al final de la guerra.

Similar han hecho los Aliados, diciendo que ellos solos liberaron Europa (minimizando el esfuerzo soviético y de las resistencias en los países ocupados, mucha de ella vinculada a partidos de izquierda), ocultando su complicidad en el Holocausto durante los años 30, barriendo bajo la alfombra los campos de concentración para inmigrantes japoneses y su descendencia dentro de EEUU, los regimientos segregados para los afrodescendientes, el asesinato de decenas de miles de civiles en el bombardeo a Dresden. Lamentablemente para ellos no pudieron ocultar la barbarie atómica de Hiroshima y Nagasaki, pero todavía la justifican con que gracias a esas dos atrocidades se logró la capitulación de Japón.

Hay muchos otros ejemplos, con otras narrativas. Las narrativas de "la guerra entre sexos" (con momentos cumbre como el juicio Depp-Heard). La narrativa del Progreso (en su versión burguesa o en su versión anti-burguesa). La narrativa de la Decadencia y del Colapso, presente en este blog. La narrativa que tiene cada partido político sobre la historia de su país y su propia historia. La narrativa nacionalista, con su relato sobre el origen de dicho Estado-nación. Las distintas narrativas victimistas, sean individuales o colectivas. Las narrativas conspirativas sobre por qué el mundo está como está. La narrativa que tiene cada medio de comunicación.

¿Y la libertad de expresión?

Cuando  algunas personas intelectualmente responsables decimos que los datos tienen que importar más que el relato y los hechos más que las narrativas, tanto los productores de relatos como la gente capturada por narrativas nos vienen a acusar de que nos creemos dueños de la verdad y queremos censurarlos, coartar su libertad de expresión, y zonceras similares.

En una sociedad pluralista todo el mundo tiene derecho a sus propias opiniones. Pero no tenés derecho a tu propia realidad. Create tu realidad paralela si querés, pero no nos quieras decir que eso es un derecho. Cuando tu imbecilidad te afecta solamente a vos, es una lástima pero es problema tuyo. Pero cuando tu imbecilidad me perjudica, ya pasa a ser un problema mío y voy a tratarlo como tal.

Yo tengo que tolerar que vos tengas una opinión distinta a la mía, pero no tengo por qué tolerar que mientas, que inventes, que hables de lo que no sabés como si supieras, que digas cualquier burrada, y que te niegues a reconocer los hechos que vos mismo podés comprobar.

Cuando alguien te quiera acusar de autoritario por defender a los hechos por encima del relato, recordales que en el siglo XX los principales promotores de la primacía del relato sobre los hechos fueron las sociedades totalitarias. Los totalitarismos y su ingeniería social crearon, a gran escala y consistentemente, una realidad paralela que era la única donde pueden sobrevivir.

Hoy en día, Corea del Norte y China, lo siguen haciendo. De ahí que se vean obligados a restringir internet y cualquier otra fuente de información que pueda contradecir la narrativa del régimen. Corea del Norte en una manera muchísimo más extrema que China.

En Occidente, el progresismo posmo pretende hacer lo mismo. Su prioridad es imponer su narrativa de victimismo y de superioridad moral de progres sobre no-progres. Si ponés en entredicho su narrativa, verá cómo castigarte. Por lo tanto hay gente que para evitar ser castigadas se callan y dejan que la narrativa progre prevalezca. Y así han permitido que el progresismo coopte movimientos con décadas de lucha, como el feminismo. 

Por la responsabilidad intelectual

No creo que podamos tener una visión del mundo que sólo se base en hechos comprobados. Si nos examinamos, seguramente hemos tomado partido por algunas narrativas sobre otras, y quizás con buenos argumentos. Pero tenemos que ser lo suficientemente honestxs para admitir hechos comprobados que vayan en contra de ellas. Si no, nos convertiremos en fanáticxs.

Si adherimos a una narrativa porque nos parece que es la que más sentido tiene para nosotros en base a todo lo que conocemos, ok, pero tenemos que estar abiertos a revisarla y corregirla.

Si adherimos a un relato sobre tal suceso porque nos parece el que mejor describe y explica los hechos, ok, pero tenemos que estar abiertos a revisar esos relatos, e incluso abandonarlos por otros, ante el descubrimiento de nuevos hechos o nuevas perspectivas sobre los mismos hechos.

La desconexión entre las narrativas y los hechos es un ataque mucho más insidioso a la libertad de expresión.

Así que la resistencia hoy pasa por afirmar que los hechos existen e importan y no dejarnos silenciar por los agentes de estas narrativas ni por la gente capturada por ellas. Elijamos nuestras batallas, no nos inmolemos, pero mantengámonos firmes. La gente que interpreta un mismo hecho de distinta manera a nosotros es una aliada en relación a la gente que directamente niega el hecho o hace como si no existiera.

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