Ajustando cuentas con las conspiranoias (pero no sólo)


"Creo que las conspiranoias ocupan un lugar similar a los mitos. Explican de modo fantasioso algunas cosas que la gente no comprende, solo que en esta época están traccionadas por intereses políticos, sobre todo de la ultra derecha, aunque la conspiranoia termine siendo adoptada por hippies por ejemplo. Se combate leyendo y estudiando. Sumale el fenómeno de las fake news. La gente prefiere creer un cuento. Las conspiranoias en general afectan a gente muy ignorante. Son un síntoma del sistema."

Tomo esta síntesis hecha por una amiga para encabezar este artículo, porque éste no va a ser un artículo dedicado a burlarse o juzgar a la gente que cree en conspiranoias. Voy a hacer el esfuerzo de comprender este fenómeno en su contexto histórico, explicar cómo nos perjudica como comunidades e individuos, y dar herramientas para combatirlo. Y como casi todo lo que escribo, es una mezcla de elaboraciones propias, elaboraciones de otros que incorporé, o conclusiones que surgieron de discutir el tema con otra gente.

¿Qué son las conspiranoias?

Lo primero que me parece necesario enfatizar es que las conspiranoias son, antes que nada, historias (en el sentido de relatos, cuentos, narraciones) y que todos los seres humanos nos contamos historias y "funcionamos" personal y socialmente en base a historias. Esas historias pueden ser parcial o completamente ficticias. Otro párrafo de la misma amiga:

"Las conspiranoias cumplen la función de explicar lo que resulta complejo si no se piensa o no se estudia (por los motivos que sean) o no se quiere estudiar. Y además como lo dice su nombre, tienen rasgos paranoides que son difíciles de desestructurar ya que tienen complementos delirantes, que funcionan como certezas."

Una respuesta ingenua por parte de quienes no creen en ninguna conspiranoia podría ser: "claro, esta pobre gente cree en cuentos, no como yo que siempre me baso en los hechos". Pero según el historiador israelí Yuval Noah Harari, los seres humanos articulamos sociedades enteras alrededor de historias ficticias. Ojo, esto no significa caer en la estupidez del "todo es relato". La realidad objetiva existe y la podemos conocer. Pero Harari argumenta que la capacidad únicamente humana de sostener sistemas de cooperación a gran escala se basa en historias ficticias que se vuelven parte de la realidad objetiva cuando actuamos creyendo en ellas. Una nación, por ejemplo, es una historia que -a nivel abstracto(1)- una población de determinado territorio se cuenta a sí misma y a otras, sobre sus orígenes, su desarrollo y su destino. Esa historia ficticia puede ser y ha sido criticada, ya sea contrastándola con hechos históricos o con otras historias que pertenecen a un imaginario humanista, en competencia con los imaginarios nacionalistas.

Esto no es una idea 100% original de Harari. El filósofo del siglo XX Ernst Cassirer fue un gran estudioso de los mitos y de su presencia en nuestra cultura, nuestras estructuras sociales, e incluso nuestro lenguaje. Suele ser contra-intuitivo pensar que los seres humanos modernos tenemos mitos, ya que estos dos últimos siglos han visto el avance de la ciencia sobre la religión y las supersticiones. Sin embargo, en El mito del Estado, Cassirer nos llama la atención sobre la existencia de los mitos políticos y el papel que jugaron en la ascendencia de los fascismos (e incluso en el mundo de pos-guerra).

Un mito es una especie bastante trascendental y fundamental de historia. Un mito puede restringirse a una sola cultura, como los que conforman la mitología de la Grecia Antigua que ahora analizamos y admiramos desde la distancia, pero también puede ser compartido por varias culturas. Un mito de la actualidad compartido por casi todas las culturas del mundo es el mito del Progreso. Como los peces en su relación con el agua, los mitos contemporáneos nos rodean y atraviesan de una manera que es difícil de notar. El mito del Progreso está presente de manera muy fuerte en la comunidad científica con consecuencias bastante notables (aquí una de las consecuencias nocivas, también en la visión optimista del mundo capitalista y su futuro propuesta por Steven Pinker). La idea de que nuestra sociedad tecno-científica ha superado el estadio mitológico es, en sí, otro mito.

A lo que va todo esto es que las conspiranoias son fenómenos muy recientes, relativamente fáciles de delimitar, y con frecuencia ridículas para quienes las ven desde afuera. Pero tienen elementos en común con otras historias más "respetables" en las que muy posiblemente creemos, a pesar de que también tengan mucho de imaginario y algún que otro disparate.

Mi hostilidad hacia las conspiranoias (pero no sólo)

Para ser sincero con mis sesgos esto lo tengo que decir en primera persona del singular. 

Me he vuelto más hostil ante las conspiranoias de derecha y de izquierda también, por lo que le hacen a la gente a nivel individual (alto conformismo intelectual, delirios elitistas, refuerzan la alienación interpersonal) y porque a nivel social contribuyen a reforzar el tribalismo.

En la izquierda post-covid, la conspiranoia es el nuevo método de pensamiento que en parte ha reemplazado a las ideologías basadas en el viejo movimiento obrero (marxismo y anarquismo). Y con todo lo crítico que soy de esas ideologías y su anacronismo actual, tengo que decir que las conspiranoias son definitivamente un retroceso en relación a ellas. Las conspiranoias son mucho más compatibles con el individualismo y con el sectarismo que con las luchas colectivas y con la asociación en base a intereses comunes. Me causa un particular disgusto ver gente anticapitalista sucumbiendo a conspiranoias. Pero bueno, atribuyo esto a la situación histórica que nos tocó.

Los humanos del siglo XXI no tenemos ningún movimiento social con el potencial emancipador que tuvo el movimiento obrero en el siglo XX. Y estamos padeciendo esa orfandad. Ese movimiento obrero tenía una historia, contada de diversas maneras por las distintas corrientes en su interior. Esa historia, que todavía me emociona, era que la emancipación de la clase obrera del capitalismo guiaría a la humanidad a una emancipación universal, donde el conjunto de la sociedad, y no solamente una minoría privilegiada, se iba a beneficiar de los frutos del trabajo.

Hoy me encuentro en la posición de compartir con alguna gente de izquierda la crítica y también las burlas hacia las conspiranoias como el terraplanismo, los reptilianos, los iluminati, el nuevo orden mundial(2). También podemos coincidir en la hostilidad hacia los antivacunas, los negacionistas del holocausto, los negacionistas del cambio climático, los creacionistas que niegan la evolución, los negacionistas de los crímenes de la última dictadura en Argentina.

Pero muchos de estos izquierdistas siguen creyendo en la historia ficticia que cuenta el marxismo, a pesar de que la realidad objetiva del siglo XXI se ha alejado mucho de la realidad objetiva del siglo XIX (en la que nació el marxismo): el proletariado industrial disminuyó en términos relativos y en poder social, el viejo movimiento obrero murió o transmutó en un movimiento del capital variable, y el poder del capitalismo y de los Estados es más enorme que nunca. Sin embargo estos izquierdistas que se burlan de los conspiranoicos, siguen creyendo en la revolución socialista protagonizada por el proletariado industrial, siguen creyendo en el partido leninista (incluso cuando sus éxitos fueron anti-obreros y anti-socialistas), siguen creyendo en el Estado obrero, siguen creyendo que el marxismo es una visión científica de la realidad, y suelen ser firmes defensores del mito del Progreso. ¿Qué autoridad moral tienen para burlarse de los conspiranoicos?

Están haciendo esencialmente lo mismo: creer en una historia sin bases en la realidad objetiva en la que viven. La diferencia es que las conspiranoias siempre fueron un disparate, mientras que hubo una época donde la historia del marxismo coincidía bastante con la realidad objetiva. Pero cuánto mas tiempo pasa, más divergencia hay entre ambas, y el marxismo más se aproxima a otra conspiranoia.

Síntesis y conclusiones

Nuestra visión de la realidad está compuesta por cosas que sabemos (que pueden ser verdaderas o falsas) y cosas en las que creemos (que pueden ser acertadas o equivocadas). Como no podemos saberlo todo, es inevitable que creamos en historias ficticias. E incluso cuando no las creemos, si nuestra sociedad funciona en base a ellas, muchas veces estamos obligados a actuar como si fueran ciertas. Por ejemplo, cada vez que compramos o pagamos algo con dinero.

Relaciono el auge de las conspiranoias con la decadencia civilizatoria que estamos viviendo, y la orfandad imaginaria que dejó atrás la muerte del movimiento obrero y la bancarrota del socialismo.

No acuerdo con el relativismo invertebrado de "todos creemos en historias, así que no podemos criticar las historias que cree otra gente"(3), ni con la soberbia de pensar que nosotros no tenemos nada en común con la gente que cree en conspiranoias.

Contrastar una historia conspiranoica con una historia más masivamente aceptada es una posibilidad, pero nos mantiene en la realidad ficticia. Creo mejor contrastar a las conspiranoias con [lo que sepamos de] la realidad objetiva, y lo mismo con las ideologías y mitos "respetables".

Allí donde se puede saber, el saber tiene que reemplazar al creer. Pero donde no nos queda más alternativa que el creer, optar por la historia con mayor y mejor evidencia, con la apertura suficiente a nueva evidencia que nos pueda demostrar que estamos equivocados.

Notas

(1) A nivel concreto, quien cuenta esa historia es el Estado, principalmente a través de su sistema educativo.

(2) Un ejemplo que me gusta mucho:

(3) Esta especie de horizontalismo elitista está muy presente en el progresismo actual. "Yo, progre del siglo XXI, me reservo el lugar universal de ser respetuoso con la diversidad ajena".

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