La infiltración progre en el feminismo argentino

En Argentina, el feminismo tiene la misma relación con el partido gobernante
que una víctima de violencia doméstica con su abusador

El progresismo es una reacción del sistema capitalista para infiltrar y neutralizar a los movimientos sociales que lo cuestionan. En Argentina, el progresismo ha tenido influencias muy negativas en los movimientos feminista y LGBT. Las tres que me resultan más visibles son: La subordinación al peronismo, la cultura del escrache y la cultura del victimismo.

La subordinación al peronismo

La pérdida de autonomía

Alentado por el progresismo con la lógica de "cambiar al sistema desde adentro", se ha promovido un acercamiento -primero- y una subordinación -después- de los movimientos sociales argentinos al peronismo con la idea de que ese partido, aunque "con contradicciones", puede llevar a cabo las medidas que estos movimientos le reclaman al Estado.

El peronismo en el poder ha creado burocracias dentro del Estado (INADI, Ministerio de la Mujer) para -supuestamente- ocuparse de llevar a cabo las políticas reclamadas por los movimientos sociales. Si bien es cierto que las mujeres y minorías han sacado algunos beneficios (legislaciones que amplían derechos y sientan precedente, programas de asistencia a víctimas, campañas de educación y cambio cultural), es mucho más lo que ha ganado el peronismo, acomodando a su gente en estas nuevas burocracias y subordinando a los movimientos sociales (antes independientes) a una estructura no solo estatal sino partidaria.

¿Qué ganó el progresismo? Prestigio y autoridad porque su manera de hacer las cosas consiguió resultados. Y cuando se cuestiona la lejanía entre los resultados y lo prometido, la respuesta es "es lo que se pudo lograr dada la correlación de fuerzas" o alguna cosa así. El progresismo siempre tiene que quedar como el poseedor de la sabiduría de cómo se hace la política, así los movimientos sociales siguen dependiendo de él.

La alienación de los movimientos sociales cooptados con el pueblo no-peronista

La estrategia de cooptación de los movimientos sociales se complementa demonizando a la población antiperonista. Ya no es suficiente con el clásico "gorilas" del peronismo. El peronismo femenino, que se llama a sí mismo "feminismo popular", asocia antiperonismo con antifeminismo y actúa como si los objetivos libertarios del feminismo y los objetivos partidarios del peronismo fueran los mismos. 

Una intendente peronista hablando en nonbre del feminismo para defender a su jefa política.
Con total impunidad hasta el momento (agosto de 2022).

La misoginia y homofobia dentro del peronismo son invisibilizadas, o tratadas como algo del pasado, o como una contradicción secundaria. En cambio, toda la gente opositora al peronismo es asociada con la misoginia y la homofobia sin ningún tipo de matiz.

Los abusadores de mujeres dentro del peronismo no reciben el mismo trato que los abusadores de mujeres fuera del peronismo, ya que son "compañeros". Mientras el peronismo femenino crucificó al líder de la oposición Mauricio Macri como "machirulo" por unos dichos sobre el piropo, el senador José Alperovich (procesado por abuso y acoso sexual) y el intendente de Avellaneda Alejo Chornobroff (mútiples denuncias de acoso sexual) reciben el trato de "compañeros". Sus denunciantes, en cambio, han sido dejadas en soledad o incluso revictimizadas por el "feminismo" peronista.

Esta identificación entre feminismo y peronismo y los dobles estándares que la acompañan no pasa desapercibida para el conjunto de la población. Sobre todo porque las "feministas" más visibles no son las referentes con décadas de lucha, sino personajes mediáticos ligados al peronismo.

¿Cuál es el resultado de la cooptación progre-peronista? Los movimientos sociales se desconectan del pueblo reduciendo sus opciones de interacción a círculos cada vez más reducidos de militantes, simpatizantes, y "compañeros". Al principio parece que se gana más de lo que se pierde. Con 20 años de kirchnerismo en Argentina, podemos decir que no. El feminismo argentino, en su mayor parte, ha pagado el precio de perder su autonomía y de ser metido en la misma bolsa con los políticos que nos mienten, nos roban, y ostentan lo robado. Un destino similar al de los organismos de derechos humanos.

¿Dónde está hoy el movimiento piquetero? ¿Y el de empresas recuperadas? Eran importantísimos hasta la llegada del kirchnerismo al poder. La estrategia de cooptación kirchnerista los anuló y los eliminó. Los movimientos feminista y LGBT argentinos corren el peligro de convertirse completamente en el ala femenina/diversa del peronismo y eventualmente desaparecer.

La cultura del escrache

También alentada por el progresismo, la "cancel culture" que se está importando de los EEUU es publicitada como un mecanismo de justicia social ante la ineficacia de la justicia estatal, aprovechando el prestigio de movimientos como el MeToo

Pero esta "cultura de la cancelación" también empalma con un fenómeno local llamado escrache. En los años 90, organizaciones de hijos e hijas de gente desaparecida por la última dictadura se manifestaban frente a los domicilios de genocidas impunes como una manera de lograr la condena social de estos criminales. Con la llegada de las redes sociales, la técnica del escrache se hizo posible mediante publicaciones que podían compartirse y "viralizarse".

Sin embargo, de utilizarse como una manera de combatir la injusticia apoyada por el poder, el escrache se ha transformado en los últimos años en un ejercicio de poder despótico y anónimo por parte de multitudes hacia individuos, que apenas afecta a las personas poderosas. No sólo se han destrozado familias con denuncias falsas viralizadas (ver aquí), sino que el escrache o la amenaza del mismo se utiliza como arma para castigar el disenso e incluso las preguntas sobre ciertos temas. Hasta una intelectual progresista como Rita Segato fue atacada por el "feminismo popular" al cuestionar al caudillo progresista boliviano Evo Morales en el 2019 (ver aquí).

Los principales efectos nocivos de la cultura del escrache son:
  1. La destrucción de lazos de solidaridad. En caso de que quien lea esto piense que si las únicas víctimas de escraches inmerecidos son varones cis entonces no hay problema, primero escupirle la cara y segundo decirle que también han habido feministas y gente LGBT victimizadas por escraches inmerecidos. De manera que esto lastima directamente a la proclamada "sororidad".
  2. Dogmatismo. La amenaza a ser escrachada disuade a muchas feministas de expresar opiniones divergentes a la de la mayoría (percibida) del movimiento. Por lo tanto el movimiento en su conjunto pierde oportunidades de aprender de sus errores y de enriquecerse con distintas perspectivas, lo cual tiene un efecto embrutecedor.
  3. Se cortan lazos con la opinión pública. La soberbia que resulta de tener el poder de castigar a quien disiente con vos en público ofusca los procesos de diálogo, de educación y de persuasión dirigidos hacia la sociedad en general. Fueron gracias a esos procesos que esos movimientos han logrado el apoyo social para grandes victorias recientes, como el matrimonio igualitario y el derecho al aborto. El argumento "no es mi trabajo educarte" es un gigante auto-boicot para movimientos que se propusieron cambiar el mundo. La renuncia a seguir dialogando, educando y persuadiendo hace perder a los movimientos sociales la capacidad para lograr objetivos más avanzados e incluso para defender lo ya alcanzado. Por lo tanto, se incrementa la dependencia del progresismo y su estrategia de "cambiar el sistema desde adentro".
  4. Regalarle la defensa de la libertad de expresión a la derecha. Esto es inaudito. Intelectuales de derecha bastante mediocres aparecen, en comparación con el progresismo y los movimientos influidos por él, como luminarias del progreso y de la ilustración. Banderas como la libertad de expresión, de pensamiento, y de investigación, clásicamente defendidas por izquierda y atacadas por la derecha conservadora, hoy son defendidas por una nueva derecha. Cínicamente, por supuesto. Pero esta derecha es capaz de victimizarse y de explotar un sentimiento plebeyo de lucha contra el status quo.
  5. Asegurar la hegemonía progre (y peronista) dentro del movimiento de mujeres. El escrache o la amenaza del mismo (o el miedo al mismo) aseguran que las voces prevalentes dentro de espacios feministas sean voces peronistas y/o progres. El peronismo/progresismo ha creado sus propias organizaciones feministas o ha infiltrado las ya existentes, expulsando a las fundadoras que no pudo cooptar mediante la destrucción de su reputación.

La cultura del victimismo

Acá hay que hacer la salvedad de que esta cultura ya existía dentro de los feminismos antes de la influencia progresista. El texto "De la lucha al victimismo" es un muy buen estudio sobre la cuestión, repasando la teoría de las distintas olas del feminismo. Un párrafo de síntesis:

"bajo la omnipresente opresión patriarcal y el rechazo de cualquier explicación alternativa, la victimización de las mujeres y la criminalización de las relaciones se presentan como única vía para la resolución de los conflictos entre los sexos. Olvidando que libertad es sinónimo de responsabilidad y que mostrando a las mujeres constantemente como víctimas inocentes se nos está definiendo también como incapaces, negándonos la autonomía que tantos siglos de lucha ha costado obtener."

Desde las sufragistas y las mujeres socialistas y anarquistas, hasta Stonewall y el Frente de Liberación Homosexual en los 70, las luchas y consignas de estos movimientos siempre incorporaron las perspectivas profundamente humanistas de libertad e igualdad.

Estas perspectivas no son solamente justas, sino agresivas, pro-activas y valientes. Es la demanda de una parte de la humanidad exigiendo que las sociedades contemporáneas cumplan con las promesas de progreso humano universal hechas al principio de la Modernidad. 

El progresismo está logrando borrar esta historia heroica dándole más fuerza a las perspectivas teóricas basadas en el victimismo. Se eleva la categoría de víctima de una situación puntual a una condición permanente, por lo tanto se esencializa a los grupos victimizados como víctimas, se esencializa a otros grupos como victimarios, y mediante la queja y el fomento de la culpa se exige nivelar el terreno entre víctimas y victimarios. ¡Cuando la meta originalmente era modificar esa situación y que no haya ni víctimas ni victimarios!

Conceptos como la interseccionalidad, originalmente ideados para tomar conciencia de todas las opresiones que nos atraviesan y para luchar contra cada sistema de opresión sin favorecer a los demás, son pervertidos para crear una jerarquía moral entre la población oprimida y competir por el reparto del victimismo.

El victimismo desarticulado también impide una visión integral de nuestras opresiones, que tienen origen en el sistema capitalista-estatal. Por lo tanto, el arquetipo del enemigo pasó del burgués a el hombre blanco cis-hetero sin discapacidades (incluso el pobre), destrozando las estrategias basadas en la unidad popular.  La competencia resultante entre grupos y subgrupos a ver cuál es más oprimido y por lo tanto quien merece más reparaciones, boicotea estrategias basadas en lo universal de la condición  humana y en una nueva sociedad post-capitalista y post-estatal.

Una descripción bastante buena de cómo el progresismo usa esta política de las identidades para impedir un frente común del pueblo oprimido contra el sistema, en este genial artículo de Mark Fisher.

Para terminar

Del excelente artículo "Las autonomías después del progresismo" en desdeabajo.info

Este escrito es parte de un esfuerzo más general para ayudar a combatir al progresismo, al cual considero una tendencia del propio sistema para perfeccionar la dominación, que ejerce una especie de amistad tóxica de los movimientos sociales para convertirlos en inofensivos para el sistema y aislarlos de la población en general y de otros movimientos. Alguien aislado es más fácil de dominar, como lo saben bien los abusadores sistemáticos.

Al mismo tiempo, creo que el progresismo está empoderando al fascismo, y justamente los movimientos sociales son lo que mejor puede combatir al fascismo. Al debilitar a los movimientos sociales, se está preparando una victoria del fascismo. Algo he escrito sobre esto.

Creo que muchos izquierdistas se equivocan al tirar el niño (los movimientos sociales) con el agua sucia (el progresismo). Esto escribí sobre eso. Pero en el caso de los izquierdistas con perspectivas autoritarias como el leninismo, su actitud es más bien como la de la zorra con las uvas. El progresismo les ganó de mano en cooptar a los movimientos sociales y ahora sólo les queda el resentimiento.

Estoy a favor de la autonomía de los movimientos sociales, no sólo respecto al progresismo sino también respecto al leninismo y cualquier otra corriente política del sistema. Los movimientos sociales, incluyendo al movimiento obrero allí donde haya sobrevivido, son la única manera de defendernos de los ataques del sistema y de promover la lucha por una sociedad alternativa al capitalismo-Estado.

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