Ideas para combatir al progresismo posmoderno


Definir el progresismo, su cooptación de los movimientos sociales, y qué hacer al respecto.

No tirar el niño con el agua sucia

Es corriente encontrar, tanto en la derecha como en algunos grupos de izquierda ortodoxa (marxista o libertaria), críticas a la identity politics (políticas de la identidad). Esta identity politics aparece ligada, en la práctica, a gente y organizaciones que se autodenominan progresistas, y, en el discurso, a teorías posmodernas. 

Este progresismo posmoderno irrita a conservadores/reaccionarios de derecha tanto por su agenda crítica del actual status quo (que igualan como una amenaza a "Occidente") como por su relativismo  teórico (que erosiona nociones "universales" judeo-cristianas). 

Pero también irrita a la izquierda que continúa adherida a corrientes emancipatorias basadas en identidades "universales" (la clase, el pueblo), y considera a este progresismo como un competidor por las mentes y corazones de la población explotada y oprimida por el capitalismo.

Mi argumento, tanto contra la gente de derecha como contra la gente de izquierda "ortodoxa", es que esta ideología no proviene de la gente que realmente sufre distintas opresiones al mismo tiempo (por ejemplo lesbianas negras pobres), sino de gente que pertenece (por su propia teoría) a grupos privilegiados, pero actúa en nombre de los grupos oprimidos.

Por eso cuando los sectores mencionados arriba critican este progresismo, suelen caer en el típico de error de querer tirar al niño junto con el agua sucia. Mi opinión es que la crítica y oposición a este progresismo no tiene que perjudicar a las luchas de la gente que sufre múltiples opresiones ni tiene que perjudicar a los esfuerzos teóricos por construir una teoría más completa de la emancipación humana.

A qué llamo progresismo

El progresismo es generalmente tomado como si fuera una especie de reformismo de centro-izquierda, pero el reformismo de centro-izquierda tiene origen en la sociedad civil. El progresismo, en cambio, viene del poder estatal y para-estatal.

Visto con lupa, el progresismo es, por supuesto, un grupo de gente. Esa gente está insertada en el Estado, en ONGs, en medios de comunicación, en partidos políticos. Visto como tendencia histórica, el progresismo es una reacción preventiva del sistema capitalista-estatal que, amenazado por la posible radicalización de los movimientos sociales, se propone cooptarlos y tornarlos inofensivos.

El propósito del progresismo es proteger al sistema capitalista-estatal y al actual status quo neoliberal. Su agenda está compuesta de las concesiones que se le pueden dar al pueblo que no hagan peligrar al sistema ni a los privilegios de los super-ricos. Después de todo, los CEO, presidentes y militares también pueden ser mujeres o gays. Mientras sigan cumpliendo con el rol funcional al sistema, todo bien.

El progresismo puede pelearse contra el fundamentalismo religioso, contra el populismo de ultraderecha, y contra el dogmatismo de aquellos miembros de la clase dominante que quieren mantener sus clubes de varones y otras estructuras de privilegios heredadas del pre-capitalismo. De esa manera, el progresismo pareciera que pelea por las minorías marginadas. Pero en realidad pelea por el sistema. Su inclusión de los antes excluidos tiene efectos secundarios positivos en la población, pero se hace para evitar futuras radicalizaciones de esos grupos oprimidos, no por el bien de la gente.

La cooptación de los movimientos sociales

Los movimientos sociales se construyen alrededor de un tipo particular de injusticia que este sistema comete contra la gente en general o contra un grupo particular de gente. Estos movimientos se organizan desde la base y construyen redes de apoyo, grupos de presión, intervienen en el debate público y organizan movilizaciones alrededor de reivindicaciones.

Las O"N"Gs, medios de comunicación y políticos progresistas se acercan a estos movimientos, demostrando sensibilidad y compromiso. Traen consigo recursos valiosos, como fondos, una tribuna más amplia, audiencias con gobernantes, distintos servicios profesionales, proyectos de ley o contactos en el poder legislativo para convertirlos en ley. 

Esto no es gratis. Tarde o temprano se revela que el progresismo tiene una relación con un partido político. Eventualmente sacará el tema de "tenemos que evitar que gane la derecha", "hay que cambiar al sistema desde adentro", y demás tópicos de la realpolitik. Que irán acompañadas de una venenosa crítica contra quienes no se adapten a esa realpolitik, generalmente con la acusación de "puristas", "marginales" o "funcionales a la derecha".

Los movimientos sociales tienen una tarea muy ingrata: cambiar el mundo con todo el viento en contra. Su enemigo no es solamente el poder estatal, sino la cultura. Cambiar las cosas desde abajo en la sociedad civil es lento, puede haber años donde no se perciben avances o incluso se perciben retrocesos. El progresismo es un canto de sirena que ofrece atajos a ese camino desde el poder del Estado o de algún partido político. De esta manera el progresismo puede ayudar a que se logren legislaciones y políticas públicas perseguidas por los movimientos sociales, pero a cambio de que estos movimientos pierdan autonomía política e ideológica y eventualmente pierdan el poder que amenazó al sistema en su primer momento.

Por cierto, esta cooptación de los movimientos sociales no es algo inventado por el progresismo. Antes de él, lo hizo la izquierda de tipo socialdemócrata, populista o marxista-leninista. El progresismo, al venir del poder, tiene por supuesto más recursos. Cuando esta izquierda se queja de la cooptación progre de los movimientos sociales es porque le ganaron de mano, no porque está a favor de su autonomía.

Los rasgos posmodernos del progresismo

Trato de resumir los rasgos de este odioso progresismo en lo siguiente, con la experiencia personal de haber participado o sido perjudicado por algunas de estas características.
  • Reduccionismo histórico-sociológico. Las sociedades humanas son analizadas no como un proceso histórico complejo bio-psico-social, sino como un campo de batalla entre distintos grupos luchando por el poder.  Hasta ahí parece haber una coincidencia superficial con el marxismo. Pero en el esquema posmoderno se divide a la sociedad en grupos basados en identidades de género, sexuales, étnicas, y otras. Luego de dividir a la sociedad en grupos, se clasifica a los grupos en privilegiados y oprimidos. Hay una negligencia muy frecuente en el progresismo (por no decir una negación sistemática) a aplicar la distinción de clase, tanto a nivel de toda la sociedad como dentro de esos mismos grupos.
  • Reformismo de la inclusión. Aunque de vez en cuando este progresismo saluda a la bandera del anticapitalismo y el antipatriarcado, en los hechos renuncia a modificar radicalmente la estructura social actual. Su agenda política es la "inclusión" de las "minorías excluídas" en los estratos medios/superiores de la pirámide social actual. Por cierto, esta agenda de inclusión no se modifica aún si los reclamos reales de la gente "excluída" pasen por otro lado. Si la gente "excluída" no coincide con la agenda de la inclusión tal como la plantea este progresismo benevolente, se lo explica por su alienación (su situación de víctima les impide saber lo que es bueno para ellas) o porque son traidoras a su grupo.
  • Política de la culpa. Una estrategia política corriente de este progresismo es dirigirse a individuos pertenecientes a los "grupos privilegiados" y exigirles que "cuestionen/renuncien a su privilegio". El éxito de esta política es posible en el caso de encontrarse con individuos que tienen una sensibilidad en contra de la opresión, y que se dejan intimidar por este progresismo y se someten -o al menos validan- su agenda. Esto puede tener el efecto de que estas personas cedan lugares de poder a personas de "grupos oprimidos" (incluso si hicieron mejores méritos para obtener ese lugar o son más competentes); que identifiquen su éxito personal con la opresión de otros y por lo tanto se abstengan de perseguir sus ambiciones y aspiraciones (incluso si resultan ser beneficiosas para la sociedad); que se callen su disenso y su crítica, contribuyendo pasivamente a la instalación de un pensamiento único. A cambio de estas actitudes sumisas, reciben un pobre consuelo de estar haciendo un sacrificio por una buena causa, de ser buenos "aliados", y cosas por el estilo (1). En cuanto a la parte que lleva adelante este bullying contra individuos "privilegiados", cree que está contribuyendo a un futuro con más igualdad, por lo tanto se siente muy bien consigo misma. Y cuando encuentra alguna resistencia a su agenda, simplemente lo atribuye a que quien se resiste "no quiere cuestionar/renunciar a sus privilegios".
  • Policía del pensamiento. Como consecuencia práctica de la renuncia a modificar la estructura social, y como consecuencia teórica del "giro lingüístico"  (todo es texto, el discurso/lenguaje construye la realidad, etc), este progresismo tiene ridículas pretensiones totalitarias sobre lo que la gente dice y piensa. La posición de superioridad moral que da esta ideología, donde incluso gente de grupos privilegiados puede ofenderse en nombre de gente de grupos oprimidos, permite llevar adelante la pesadilla orwelliana del crimental sin necesitar un régimen totalitario como el de "1984". Además, la práctica de concentrarse en ciertas palabras u expresiones "ofensivas" o "problemáticas", le da excusas a quienes quieren evitar la discusión sobre el contenido del pensamiento. Esto tiene dos consecuencias indeseadas para este progresismo inquisitorial: la primera, los reaccionarios suficientemente hábiles para caminar en ese campo minado no verán desafiado el contenido de su mensaje; la segunda, que es muy fácil  y divertido trollear a esta gente, lo cual lleva al apoyo a mensajes reaccionarios (por ejemplo de odio hacia minorías) con tal de hacer rabiar a estos mini-Torquemadas progres. La nueva cultura de la indignación que este progresismo ha impulsado empobrece las discusiones políticas y sociales: la persona que se siente ofendida por un argumento se siente con derecho a no elaborar un argumento opuesto, lo cual atrae a este tipo de posición a gente narcicista e intelectualmente perezosa. Es una nueva forma de anti-intelectualidad. Y ni siquiera funciona a favor de las minorías que supuestamente serían protegidas.
  • Tribalismo. Una de las hipocresías más alevosas de este progresismo es combinar la demonización/deshumanización virulenta o casual de gente perteneciente a los "grupos privilegiados" (por ejemplo, hombres blancos heterosexuales) junto con una hipersensibilidad sobre lo que se diga de gente perteneciente a los "grupos oprimidos": mujeres, gente LGBT, inmigrantes, "gente racializada" (algunos eufemismos son desopilantes). Ante situaciones donde alguien perteneciente a un "grupo privilegiado" haya sido víctima de una injusticia por parte de alguien perteneciente a un "grupo oprimido", a este progresismo no le importa ni la verdad ni la justicia: defiende al individuo victimario de manera corporativa o, si cometió un crimen aberrante como abuso sexual, recurre al "ah, pero la gran mayoría de esos crímenes los comete gente de tal o cual grupo privilegiado" (2). Este asqueroso tribalismo no tiene ninguna diferencia esencial contra el tribalismo del nacionalismo étnico.
  • Cultura de la cancelación. Quienes adhieren a toda esta agenda no sólo se consideran personas más lúcidas y despiertas en relación al general de la población ("la vanguardia", dirían los bolches), sino que se sienten en una posición de superioridad moral para juzgar y pasar veredicto sobre cualquier palabra, actitud, práctica y gesto que ocurra a su alrededor y en otros alrededores. Recordemos: como esta gente renunció a cambiar la estructura social, vive en un estado de hiper-vigilancia en el discurso no sólo público sino de cualquier persona, y solo se siente comprometida con alguna especie de transformación social cuando juzga a otras personas. Cuando el veredicto de dicho juicio es "culpable", se procura que la persona pecadora sufra una condena social en forma de: destrucción de reputación, cyber-bullying masivo/anónimo, expulsión de organizaciones y plataformas, vacío y marginación en sus relaciones interpersonales, despido de su empleo o pérdida de oportunidades de negocios (3). Esta es la "justicia social" de este progresismo. No la reeducación del individuo (si cometió una falta), ni siquiera la reparación a la víctima: el más puro punitivismo.

La cooptación de la política de identidades

La política descripta arriba es hegemónica en el progresismo posmoderno en sus distintas alas: la izquierda académica, el feminismo estatalizado e incluso industrias culturales como Disney y Hollywood. Ahora, un punto importante a tener en cuenta es que la política de las identidades no siempre fue así. Lo que estamos viendo hoy es un secuestro o desviación de iniciativas surgidas de gente que sufre triple o cuádruple opresión.

Una de estas iniciativas es el feminismo negro. Autoras como Audre Lorde, bell hooks y Angela Davis en los años 1970 no solo interpelaron al capitalismo estadounidense (íntimamente vinculado a la supremacía blanca) sino al feminismo blanco. Autoras como Selma James, desde el feminismo marxista, recogieron el guante y le exigieron a la izquierda socialista y al movimiento obrero internacional la articulación de las dimensiones de clase, raza y sexo. El concepto de interseccionalidad, introducido en la academia más adelante, incorporó estas tres dimensiones y le sumó la sexualidad y otras más. La interseccionalidad es una muy buena idea que contribuye a una consciencia de la dominación superior a la de los viejos esquemas (que solo se ocupaban de la clase, del género, y de la raza por separado).

Otra de estas iniciativas es la cultura woke en el mundo anglosajón. Woke significa "despierto" en inglés y empezó a usarse como una jerga en la izquierda negra de EEUU, para juzgar los estados de consciencia sobre problemas sociales (particularmente el racismo pero no sólo). Cuando hizo su entrada en el mainstream cambió su contenido original y, de estímulo para tomar conciencia colectivamente sobre los problemas sociales, se convirtió en una manera en que los individuos posan ante los demás como "despiertos". Hoy la cultura woke se ha transformado en un combustible para el narcisismo de gente que, sobre todo en las redes sociales, se dedica más a hablar del propio dedo que de la luna. El mensaje no es "gente, prestemos atención a este problema, veamos cómo lo solucionamos", sino "miren qué consciente y sensible y moral que soy frente a este problema".

Qué pienso que hay que (dejar de) hacer

Lo primero, separar el niño del agua sucia. La historia es la disciplina que mejor sirve para esto. Tener perspectiva histórica sobre aquello que nos importa sirve para no "tomar posición" sobre un tema de una manera esquemática y unilateral. Los movimientos sociales son el niño, el progresismo es el agua sucia.

Lo segundo, quienes queremos que se le preste más atención a la cuestión de clase tenemos que comprender que las políticas de identidades no-clasistas no son algo que la gente que vive bajo múltiples opresiones haga para molestarnos. Exigirles que dejen de hacer política desde sus identidades no-clasistas para integrarse a una política universal de clase es extraterrestre e ignorante. La política de clase tiene que hacerse más integradora, más interseccional.

Lo tercero, tenemos que admitir que si este progresismo posmoderno tiene lugar es porque el viejo movimiento obrero y la vieja izquierda se negaron a transformarse para ser realmente fraternales y empáticos con quienes sufren múltiples opresiones. Fracasaron en su intención emancipadora universal, si es que la tuvieron. Entonces, el rechazo que nos causa esta nueva izquierda no nos tiene que tapar el bosque del fracaso de la vieja izquierda. Y de ninguna manera tenemos que apuntar a volver a un estado anterior. La vieja izquierda no es la solución, es parte del problema.

Lo cuarto, necesitamos reforzar la crítica contra los movimientos sociales integrados al poder, separando la paja del trigo. Por ejemplo: El feminismo blanco, el feminismo de clase media, el feminismo burgués, el "feminismo nacional y popular" (que en Argentina no es más que peronismo femenino), y también el feminismo de las organizaciones marxistas-leninistas (que no son otra cosa que las alas femeninas de un fascismo rojo o de una socialdemocracia, dependiendo del grado de ortodoxia y adaptación al régimen de cada orga). Lo mismo con el movimiento obrero (si todavía existe tal cosa), el LGBT, el ambientalista y cualquier otro. El problema no es la existencia de múltiples movimientos sociales con objetivos particulares, como piensa la mentalidad totalitaria. El problema es su integración al poder. Tenemos que luchar por la autonomía de los movimientos sociales y por su convergencia en un camino de emancipación humana universal.

Lo quinto, combatir teóricamente al ultra-relativismo y a esa bazofia de la "pos-verdad". Corregir el énfasis en lo micro a expensas de lo macro, en lo discursivo a expensa de la acción, en lo simbólico a expensas de lo material. Criticar al posmodernismo no nos tiene que llevar a una reivindicación acrítica de la Modernidad, así como tampoco a rehabilitar relatos como el marxismo-leninismo que probaron ser, en caso de éxito, cimientos para el totalitarismo. Combatir ideas reaccionarias no nos tiene que llevar a sostener el mito del Progreso. Defender a la ciencia como logro de la humanidad no nos tiene que llevar a ser un "oficialista" de la "comunidad científica". Mantener un compromiso con la verdad fáctica por encima del compromiso con cualquier relato.

Lo sexto, para combatir al tribalismo teóricamente necesitamos reivindicar las dimensiones universal e individual de la existencia humana. Para hacerlo en la práctica, necesitamos no ser tribalistas nosotrxs mismxs. Lo cual es más fácil de decir que hacer, pero sólo en el hacer vamos a darnos cuenta que no es solamente una cuestión de voluntad. Si hay muchas personas que caen en el tribalismo no es porque todas ellas sean malas personas o menos inteligentes, sino porque en esta época histórica existen considerables presiones sociales sobre los individuos para que se comporten así. Así que: No caer en tribalismos.

Lo séptimo, a la hora de señalar problemáticas sociales o iniciar debates sobre ellas, hacerlo desde una postura que sea consciente de cómo nuestro ego (individual o grupal) puede volver a meterse por la ventana y desviar el tema de la conversación. Cualquier proyecto de transformación social es una iniciativa colaborativa donde no tiene que haber "estrellas", por ello el vanguardismo de tipo leninista también es una muy mala manera de iniciar conversaciones. Tenemos que hablar más de la luna y menos de los dedos que la señalan.

Notas

(1) Los hombres sometidos al progresismo posmoderno en su versión feminista, que se consideran a sí mismos como aliados o incluso como hombres feministas, son basureados tanto por el antifeminismo misógino ("manginas", "friendzoneados") como por el mismo feminismo misándrico ("aliadines", "feministos"). De manera que, como decimos en Argentina, ser este tipo de persona "no garpa". Apoyá todas las causas feministas que quieras, pero desde afuera. Si querés luchar contra el machismo, ya mismo podés hacerlo en tus espacios cotidianos, incluyendo los espacios masculinos. No necesitás ingresar al feminismo para hablar y actuar contra el machismo. Si reconocés en vos mismo hábitos y pensamientos machistas, cambialos para mejorar tu vida y la de tu gente, no porque alguien te diga "deconstruite".

(2) En Argentina esto se ha expresado en feministas tribalistas diciendo cosas como "siempre con las pibas, nunca con los chongos", dando pie a que cualquier acusación de maltrato hecha por una mujer hacia un hombre sea automáticamente creída. Desde esta actitud, no solo se condena la defensa del principio de inocencia como defensa de la "justicia patriarcal". Incluso las preguntas de clarificación sobre la acusación de una mujer a un hombre también son reprimidas con comentarios violentos. La violencia verbal contra mujeres escépticas de la acusación es particularmente virulenta. Reciben el nombre de "defensora de chongos", lo cual recuerda al "nigger lover" de los racistas yanquis. Esta gente ha llevado a un extremo indefendible la iniciativa, bien intencionada, de contestar a la cultura de culpar a la víctima que se ha utilizado por tantos años contra sobrevivientes de abuso sexual. Lo cual ha ocasionado un regreso al status quo anterior en mucha gente que había sido sensibilizada por el Ni Una Menos y el Me Too. Eliminar la posibilidad de denuncias falsas es tan fanático que hace ver al sobredimensionamiento de las denuncias falsas como racional y equilibrado. Muchas gracias, imbéciles.

(3) La herramienta del escrache, originada en la Argentina de los 90s para combatir la impunidad de los genocidas de la última dictadura, empezó a utilizarse en las redes sociales para destruir la reputación de cualquier denunciado y como método de intimidación para cualquiera que saliera en su defensa o pidiera que la denuncia se hiciera formalmente y presentando pruebas. Esto ha llevado a casos de suicidio como este.

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