La trampa del "¿Qué hacer?"


A pesar de que soy anti-leninista, todavía reconozco que el título del libro de Lenin ¿Qué hacer? es uno de los mejores títulos de la historia. ¿Qué hacer? es una pregunta muy estimulante para pensar y debatir. Pero también, cuando se aplica a un problema que nos importa y no tenemos una respuesta clara, es angustiante. En lo que sigue voy a problematizar esa pregunta.

Por sí sola es una pregunta reduccionista

Alguien que fue muy importante intelectualmente para mí le dio una vuelta interesante al asunto. En vez del qué hacer, tenemos que cambiar el foco al cómo hacer. Primero, porque el qué se puede responder de manera muy resumida y esquemática, sobre-simplificando el problema. Ya sabemos la respuesta de un militante de izquierda al ¿qué hacer?: "construir el partido revolucionario". Listo, esta gente tiene todo claro y resuelto (por eso les va tan bien).

Pero hay otro tema. Cuando se establece un qué pero no se aclara el cómo se da lugar a todo tipo de idealismos por un lado (desde el educacionismo hasta el foquismo, propuestas con gran coherencia lógica pero que no tienen asidero histórico ni material en la realidad social) y oportunismos por el otro (posando como pragmatismo y "ser prácticos" o "flexibles en la táctica").

El cómo tiene que estar inmediatamente después del qué, porque refiere a la relación entre los fines y los medios. La manera en cómo se hacen las cosas tiene consecuencias más importantes que las intenciones y objetivos que impulsan a la acción. Esto es algo que ya sabemos por el mero hecho de vivir: las acciones intencionales tienen consecuencias indeseadas. Hay toda una rama de la sociología dedicada a esto (1).

Entonces cuando vamos a hablar de un proyecto tan complejo y macro como la transformación de una sociedad, como mínimo tenemos que tener respondidas todas las preguntas propias de la planificación de un proyecto: qué, cómo, por qué, para qué, cuándo, dónde, quiénes y con quiénes, para quiénes, con qué recursos, riesgos, costos. En este caso, además, tenemos que responder el contra quiénes, porque la transformación de una sociedad en cualquier sentido siempre es un proyecto que tiene enemigos(2).

Otro enfoque: el dejar de hacer

Hay que abandonar la idea de que si no estamos involucradxs en algún proyecto revolucionario o transformador (en colectivo y definido según los estándares mencionados) significa que "no estamos haciendo nada".

Es imposible vivir y no hacer nada. Más bajo el capitalismo. Este sistema nos obliga, por ejemplo, a dedicar la mayoría del día en conseguir sustento. Ya sea siendo explotadxs por alguien, auto-explotándonos o explotando a alguien más. Pero además de eso hacemos un montón de otras cosas, sobre todo si somos responsables por alguien más.

Entonces si (percibimos que) no tenemos todavía la capacidad de gestar un proyecto colectivo, se me ocurre que podemos empezar por aquello que podemos dejar de hacer.

Para ser sistemáticxs tendríamos que anotar todas las cosas que hacemos cotidianamente y sobre cada una pensar:

¿Esto me sirve más a mí o al sistema? Si le sirve más al sistema, ¿puedo dejar de hacerlo?

El objetivo de esto es recuperar una porción de control sobre nuestras vidas y tener más energía para dedicar a proyectos que nos sirvan a nosotrxs y no al sistema.

Las ventajas de este enfoque

Acá comparto mi lista de lo que he dejado o estoy dejando de hacer:

  • Dejar de tener esperanzas en esta civilización. Nos dirigimos inevitablemente hacia el colapso. No vale la pena dedicarle tiempo y energía a los proyectos reformistas o revolucionarios, que han demostrado y demuestran ser inviables o contraproducentes.
  • Dejar de proyectar deseos y necesidades propias en gente que claramente tiene otros intereses a los nuestros. El ejemplo más obvio es la clase política (incluyendo a la izquierda), pero seguro también podés encontrar otras personas en tu vida con las que tenés esta dinámica poco saludable.
  • Dejar de quejarnos de lo que no podemos cambiar. Sobre todo si no tenemos energía/recursos para luchar por cambiarlo.
  • Dejar de llamarle democracia a este sistema político. Me dirijo también a la izquierda y al anarquismo: esto no es una democracia. Es un sistema republicano y representativo. No es lo mismo democracia que sistema representativo. De hecho son lo opuesto. Democracia representativa es un oxímoron. La democracia es directa o no es.
  • Dejar de poner tanto tiempo y energía en entretenimientos alienantes que solo benefician a algunos capitales (acá conviene ahondar en las razones personales de por qué lo hacemos).
  • Dejar de creer que la sociedad civil o pueblo es un grupo de gente buena oprimida por el malvado Estado y la diabólica burguesía. La miserabilidad, la maldad, el egoísmo y la estupidez son rasgos genuinamente humanos. Que este sistema magnifique esos aspectos humanos negativos y pervierta los positivos no quita que esos aspectos existirán incluso en la sociedad que deseamos.
  • Dejar de participar del culto a los héroes y los mártires. Podés salvar a alguien de que lo pise un auto por accidente, pero no podés salvar a toda una ciudad(3). Mucho menos a un país o a una civilización. Abandonemos cualquier complejo de "salvador" o de "héroe" que tengamos.
Empezar este camino me ha dejado tiempo y energía para actividades más productivas a nivel de desarrollo personal y bienestar comunitario. Y a dedicarme a aquello que yo ya sabía que necesitaba hacer por mi bienestar y el de otros y siempre postergaba. Por eso lo recomiendo, y porque es algo al alcance de casi todo el mundo.

Notas

(1) Ya saben, la sociología. Esa ciencia social que tiene un siglo y medio de desarrollo y gran variedad de escuelas, pero lxs marxistas creen que ya fue superada por la crítica que Marx le hizo a Comte.

(2) Recomiendo empaparse un poco con literatura de planificación de proyectos, que está pensada principalmente para los negocios, los gobiernos y las ONGs, y hacer las extrapolaciones y adiciones necesarias, porque acá hablamos de un proyecto histórico.

(3) Las historias de superhéroes que salvan a una ciudad, al mundo o incluso al universo tienen más influencia de lo que nos conviene para pensar con claridad la transformación social. Las historias que involucran arquetipos como el héroe y el villano afectan nuestra cosmovisión incluso cuando, en momentos reflexivos, podemos hacer una distinción crítica entre la ficción y el mundo real.

Comentarios

  1. Compartiendo las reflexiones del artículo sobre qué dejar de hacer con amigos surgieron estas otras reflexiones. Las copio tal cual.



    "Es tan necesario no perder la capacidad de asombro e indignación sobre los dislates de los principales actores políticos de la farsa burguesa como concentrar energías en desarrollarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno en una dirección que sea reflejo directo de nuestras inquietudes. Ser atentos adalides de nosotros mismos requiere cierta disciplina, pero debemos demolernos a mazazos, claro está, con dulzura."



    "A mi me resulta de una fuerza transformadora y una necesidad acuciante eso q han dado en llamar creo que política preformativa o algo por el estilo y me refiero a en lo posible (siempre es posible) desarrollar el modo que queremos como se den las cosas. Para mí tenemos que ser un poco (todo lo posible) el mundo que queremos. Sino no hay tu tía."



    "El antagónico del Qué hay que Hacer, es Qué hay que Deshacer. Empezando por deconstruirnos, dejando mezquindades y aprendiendo de otros a tener una mirada que nos prepare para el decrecimiento. Creo que así podremos estar mejor preparados para este colapso."



    "Un enfoque alternativo sobre el programa político que induce esa necesidad del "qué hacer" podría ser el de los extremistas que están preparando sabotajes estratégicos para que el colapso de desarrolle de manera acelerada y poder así disputar los recursos que quedan para poder tener chances futuras de una transición más digna. Este qué hacer lo veo polémico, por lo desastroso que puede significar en un primer momento, pero tiene mucha lógica y coherencia observando la actual situación de tranquilidad antes de la tormenta.

    Con respecto al dejar de hacer, en mi caso, le sumaría abandonar la actitud mesiánica y asumir de una vez por todas nuestro lugar en el mundo, es decir, recuperar nuestra finitud y diminutez en el proceso de la vida y entender que la vida es una sola y lo primero es siempre hacerse cargo de las responsabilidades y del disfrute dentro de los límites que imponen la realidad de cada persona.

    Esto último no significa un abandono de la solidaridad con el otro (o la clase) o el abandono del estudio y el aporte en la construcción de los resortes sociales para enfrentar las embestidas de la injusticia social y política; sino que ubicarse en la real trascendencia del individuo, que no es más que siempre la de sus acciones individuales y no la de un sujeto histórico como pretende la mayoría, nos permite vivir la vida sin pegarnos un tiro o cagar al otro."

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