Diferentes lógicas ante las elecciones


En Argentina se acercan las elecciones y ya las redes sociales están siendo ocupadas por las publicidades de candidatos y por el debate -restringido entre una minoría reflexiva- de a quién votar o si hay que votar en absoluto.

La socialdemocracia troskista

El FITU y el Nuevo Mas, por supuesto, contribuyen al debate desde la posición de que sí hay que votar, y por ellos. Por cierto, cada cual con un discurso más lavado en lo socialista que hasta pareciera que la prenda original era rosa viejo y no roja.

La campaña de la socialdemocracia troskista es pura demagogia sobre el feminismo y la juventud (reconocimiento implícito de que su sujeto predilecto, la clase obrera, no pincha ni corta) más las clásicas consignas "obreras" (elevar el salario mínimo a la canasta familiar, quizás incluso la venta de humo de reducir la jornada laboral a 6 horas y repartir las demás horas entre la población desempleada) y nacionalistas-estatistas ("no al pago de la deuda", "romper con el FMI", "nacionalizar la banca").

-"Pero aún si esta izquierda tiene muchos defectos, ¿no sería útil votar por ella en lo parlamentario, para que esas bancas no las ocupe la derecha?

Mi respuesta a este tipo de argumentos, que parecen ser sensatos, es que hay que comprobarlos a la luz de la historia, no de lo que podría pasar. Mucho de lo que he aprendido ha sido a raíz de hacer algo esperando un resultado y ver que tenían razón quienes me decían, basándose en la experiencia, que ese resultado no se iba a dar. Cuando estamos frente a algo completamente nuevo es excusable basarse en especulaciones. Pero cuando estamos frente a algo sobre lo que ya tenemos experiencia, hay que poner la experiencia primero que las especulaciones.

Vayamos a la experiencia.

El FIT hizo su primer campaña en el 2011 desde la ilusión de la unidad de la izquierda y de poner sus bancas al servicio de las luchas populares. Otra parte del electorado se sensibilizó por su discurso honestista (cobrar igual que una docente y el resto donarlo) y otra parte dijo "sí, tiene que haber algo de diversidad en el Congreso". Así fueron creciendo hasta el 2015. En el 2017, el FIT usó sus bancas en el Congreso para defender a De Vido. Decepcionaron a todos los que los habían votado para ponerle un freno al peronismo. Los números electorales del troskismo bajaron en el 2019 y ni siquiera hicieron autocrítica, chamuyaron con que los afectó la polarización y la mar en coche. Vamos a ver qué dicen este año, ¿hablarán de una "derechización" del electorado si reciben una paliza? La secta del Nuevo Mas, con una cara bonita y un discurso más lavado todavía, ya es suficiente amenaza para el lugarcito que habían ganado en la república burguesa.

Dos posiciones pro-voto en blanco que son muy distintas

En la extrema izquierda y en el anarquismo, que son los círculos que más frecuento, se repiten otra vez, con pocos agregados originales, los argumentos de por qué no votar o votar en blanco. En el caso del anarquismo y de cierta izquierda anti-estatal, tengo plena confianza en que su propuesta de no votar o votar en blanco viene de convicciones genuinas. Al darle tu voto a partidos políticos le estás dando más poder al Poder. Los representantes en los que delegás tu poder tienen otros intereses que los tuyos y no tenés ningún control sobre ellos. Esta democracia es una mentira porque en realidad el pueblo solo decide quién va a gerenciar su explotación y represión por 4 años. "Yo voto luchar". Y argumentos similares con los que simpatizo pero que más adelante voy a criticar.

Ahora, hay otras fuerzas que proponen el voto en blanco y no coinciden para nada con lo anterior. Su postura no es de principios, es "táctica" (táctica y estrategia son dos palabras que hacen sentir inteligente a mucha gente que las emplea). Hay sectas leninistas que militan el voto en blanco  porque son antitroskistas o porque son troskistas pero el FITU no les dio cabida. Si en un futuro esas sectas crecen en recursos y afiliaciones al punto de poder sostener una candidatura y una campaña electoral, olvidate que van a cambiar su postura "de principios" y van a decirte que el voto en blanco es funcional al sistema. Todas las sectas que hoy conforman el FITU fueron "principistas" cuando eran chiquitas, acusando de "electoralismo" a quienes sí participaban. Hoy, acusan de "sectarias" a quienes sostienen su antigua posición.

Por eso hay que criticar como falsa la aparente polarización entre las sectas leninistas y el FITU. No representan dos desarrollos opuestos, sino dos momentos del mismo desarrollo. El capital político de una secta sin posibilidad de conseguir una banca es la pureza ideológica. Ahora, cuando esa secta creció lo suficiente al punto de probar el poder de un cargo en el Estado, es como un oso que probó la sangre humana. Se ceba. Ahí la pureza ideológica deja de ser lo más importante (aunque, para salvar las apariencias, los teóricos de la secta diseñan argumentos "dialécticos" para justificar el volantazo). Cuando el FITU se disuelva (y va a suceder), quizás volvamos a ver cómo alguna de las sectas que lo componen, sin bancas ni recursos para una campaña electoral, vuelvan a adoptar una posición "principista" respecto a las elecciones.

Otros debates sobre cómo usar el voto

En otros años he presenciado debates entre quienes sostienen que lo que hay que hacer es directamente no ir a votar. Promover la abstención. Otros dicen que no, que hay que ir a votar y hacerlo en blanco. Otros dicen que hay que anular el voto. Y las posiciones más pragmáticas dentro del anti-electoralismo dicen que están bien las tres opciones.

Otro debate es si hay que votar la convicción o el menos malo. El argumento del menos malo, por supuesto, es totalmente funcional a los partidos mayoritarios, los que tienen más voto cautivo y más recursos a la hora de hacer campaña. Pongamos el caso de un antiperonista de derecha. Quizás su convicción es más cercana a Espert, pero sabe que JxC es el partido que más chance tiene de enfrentar al peronismo.

Si esta gente confía en que su partido menos malo va a ser el que gane frente al mal mayor, votará su convicción. Pero si ve que la cosa está peleada, puede usar su voto "estratégicamente", eligiendo al partido menos malo para los cargos clave (por ejemplo el ejecutivo nacional) y el partido más cercano a sus convicciones para cargos legislativos o de control. Así hicieron algunos izquierdistas y progres en el 2019, llamando a votar "contra Macri" (o sea, por el peronismo) en el ballotage. También se ha dado el caso de antiperonistas que votaron al macrismo para el gobierno nacional y al troskismo  (en ese entonces el FIT) para el Congreso. No porque fueran socialistas, sino porque la izquierda tiene la imagen de ser "honesta". Otra izquierdita votó en blanco en el ballotage del 2019 y al FIT en lo parlamentario. Las combinaciones pueden ser varias, pero siguen al mismo patrón.

Mi insatisfacción con los argumentos anti-electorales

Los argumentos anti-electorales desarrollados por el anarquismo y la izquierda anti-estatal tienen un gran defecto. Son invariantes, como un reloj que dice siempre la misma hora. No dan la impresión de ser reflexiones situadas en el aquí y ahora, sino de un discurso doctrinario que se aprendió de memoria y se puede repetir sin cambios en cualquier ocasión.

"El sistema está arreglado en contra nuestra, y cuando votás lo fortalecés". "Tenemos que dejar de fortalecer al sistema y organizarnos para destruirlo". Etcétera.

Parece un discurso revolucionario pero en realidad es un discurso derrotista que promueve la apatía. Y al final le termina dando tanta importancia al voto como el discurso electoralista. Caen en la contradicción de decir que el voto no cambia nada, pero militan la abstención y el voto en blanco...

Hay países donde las elecciones son opcionales, como en EEUU, donde participa la mitad del padrón o menos, y el sistema político no está bajo ningún peligro. El anti-electoralismo por tradición empalma más con la apatía política que con un impulso subversivo.

La consigna "no votes, organizate y luchá" es falaz porque se pueden hacer las dos cosas. Las elecciones son cada dos años, hay más de 700 días para luchar y uno solo para la elección. Una posición más pensada tendría que ir por la línea de "votes o no votes, organizate y luchá" y con una propuesta de participación concreta. Porque la verdad que el "organizate y luchá" por sí solo, sin una propuesta adaptada a la realidad local de quien la recibe, suena a religión.

Una cosa en que tienen razón los argumentos anti-electorales es que las elecciones, tal como están organizadas, aburguesan a las personas. El voto es una herramienta con consecuencias en la comunidad pero en este sistema es tratado como una cuestión privada del individuo. ¿Qué promueve esto? Que el individuo vote por lo que le parece más conveniente a él y a su grupo (familia, empresa, gremio, partido, etc), desdeñando a su comunidad real con la que convive todos los días, ante la cual no toma ninguna responsabilidad. No es lo mismo votar de a uno en un "cuarto oscuro" que votar levantando la mano en una asamblea con un debate de por medio.

Sociológicamente esto es correco, pero concluir que hay que evitar votar para no aburguesarse suena a que hay que evitar la tentación para no pecar. El individualismo al que se echó por la tierra se acaba de meter por la ventana. ¿Importa más conservar tu (auto)imagen de revolucionarix que las consecuencias de la elección para tu comunidad?

El falso problema del principismo y el oportunismo

Hay un trasfondo en las posturas antisistema de que lo peor que se puede hacer es ser oportunista, que te importen solamente los resultados, y no seguir los principios a rajatablas. Creo que hay mucho pensamiento mágico detrás de esa postura. Primero: que ser 100% coherente con unos principios es algo posible y que depende de tu voluntad. Segundo: que de esa manera se va a cambiar el mundo, sin incluir a la gente que no tiene el privilegio de tener tus principios, porque tiene que tomar decisiones de supervivencia todo el tiempo. 

La búsqueda del antídoto definitivo contra el oportunismo no solamente es una pérdida de tiempo y energía, sino que te desvía a otro extremo que tampoco es deseable: el principismo. El principismo significa que todas tus decisiones las tomás de acuerdo al criterio de coherencia con tus principios. Te negás a la racionalidad instrumental, te negás a aprovechar oportunidades, te negás a considerar los resultados porque lo que importa es la "coherencia".

Si tomamos nuestra agenda antisistema y le quitamos el brillo de la emancipación de la humanidad, es una agenda política más, con objetivos y metas, y para realizarla tenemos que adoptar cierta dosis de racionalidad instrumental y de pragmatismo. Tomar decisiones en base a valores está muy bien, pero también tenemos que tomarlas para conseguir resultados. Por eso es difícil saber qué opción es la correcta. Si fuera fácil ya estaríamos en otro mundo.

Yo propongo que al momento de las elecciones u otra de las instancias de participación política que este sistema nos ofrece, hay que examinarlas en base a las posibilidades reales delante nuestro y no en base a "ser coherente". Si ninguna de las posibilidades ofrece una ventaja importante sobre las demás, entonces las rechazamos todas. Pero después de examinarlas.

El oportunismo y el principismo son peligros permanentes en la vida. Esto no tiene solución, por lo tanto no es un problema. Tenemos que jugar en un punto medio entre oportunismo y principismo. En la vida no hay escape a esta tensión y cuando bajamos la guardia nos desviamos para uno de los dos extremos sin darnos cuenta. No equivocarse también es imposible. Lo posible es, cuando nos damos cuenta que nos desviamos, corregir el rumbo.

¿Qué posición tengo yo en este momento?

Mi posición respecto a las elecciones ha sido gravemente influenciada por mi conciencia del colapso civilizatorio que se avecina y por las ideas del municipalismo libertario, que han empalmado con sentimientos que he ido desarrollando en estos últimos 10 años. Y aquí es donde someto a crítica aquellas posiciones que tuve antes y con las que aún simpatizo. Me refiero a las anarquistas y las de la izquierda anti-estatal.

Ya lo desarrollé en otros artículos, pero los Estados nacionales actuales tienen sus días contados. Su existencia depende de un complejo flujo de energía y recursos que simplemente no va a sostenerse cuando escaseen los combustibles fósiles. Claro, los Estados nacionales han pre-existido a la explotación masiva de los combustibles fósiles, pero en estos últimos 70 años se han hecho tan dependientes de ellos, y desdeñado las voces por un plan B o día después, que muchos de ellos van a hundirse. No serán capaces de movilizar tropas, por ejemplo, para reprimir movimientos separatistas. Los nacionalismos separatistas ya existen, pero muchos de ellos están dormidos o se mantienen en el terreno cultural (el lenguaje, por ejemplo) porque saben que perderían la batalla militar y económica contra los Estados centrales. Se activarán cuando el momento sea propicio.

Esta realidad hace inviable un proyecto reformista o revolucionario (de izquierda o de derecha) a largo plazo en escala nacional. Dejando de lado la cuestión de si son deseables (el capitalismo estatista que proponen la izquierda y los nostálgicos del Estado de bienestar me parece tan o más indeseable que el capitalismo neoliberal de las últimas décadas), sería un desperdicio de esfuerzos dedicarse a un proyecto transformador a escala nacional. Aquí confluyo en la práctica con las posiciones no solo anti-electorales sino anti-partido, por lo menos en lo que se refiere a la participación política a nivel nacional y provincial (el Estado nación argentino está dividido en provincias).

Pero a nivel municipal no soy para nada abstencionista. La participación política en la ciudad sí (me) importa. En una ciudad, nuestra voz y voto valen más que a nivel nacional. Obviamente, cuanto más chica es la ciudad y manteniendo el marco de la "democracia". Yo sí quiero vivir en una democracia verdadera, que creo que es posible a escala local. Entonces a las elecciones en una ciudad les voy a dedicar más atención que a las provinciales y nacionales.

A nivel de impacto político, ser 100.000 entre 10 millones, y encima distribuidos en un gran territorio, es menos importante que ser 100 entre 10.000 en un territorio más pequeño. La organización local tiene más importancia que la nacional. Siempre la tuvo, pero hoy aún más por el destino que tendrán los grandes Estados. El voto importa más a nivel local que a nivel nacional, por una cuestión matemática.

Sintetizando: 
  1. No hay dicotomía entre votar y organizarse, se pueden (no) hacer las dos cosas.
  2. La gente anti-sistema tenemos que pensar como si fuéramos un partido político: con una agenda común y estando alerta a todas las oportunidades de avanzarla.
  3. Hay que analizar las elecciones una por una y ver qué opción es más funcional o conveniente a nuestra agenda. Si ninguna es más conveniente que las otras, no ir a votar o votar en blanco. Pero si hay una que convenga más a nuestra agenda, ir por esa.

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