¿Por qué tanta importancia al cambio climático?


En este video de unos 40 minutos (más corto que el capítulo de cualquier serie), el activista de Extinction Rebellion UK Roger Hallam entrevista a Peter Carter, un médico comprometido con causas ambientales y revisor experto de los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

Ya el título del video puede ahuyentar a mucha gente. ¿40 minutos hablando sobre la extinción de la raza humana? Mejor distraerme con Netflix. Pero como se explica en el video, la necesidad de contemplar este posible futuro no es una cuestión de morbo ni de autotortura, sino que tiene su utilidad para nuestra vida cotidiana.

La extinción de la raza humana parece un tema de conversación para la ciencia ficción en el mejor de los casos. Pero esa perspectiva se va volviendo cada vez más concreta y próxima a medida que avanza la entrevista. No solo con la ciencia climática y la descripción de lo que está ocurriendo en la atmósfera y los océanos, sino el efecto que está teniendo esto sobre los cultivos y por lo tanto en los sistemas sociales.

La vida humana en este planeta está amenazada no porque vaya a hacer demasiado calor en la superficie o porque el aire se vaya a hacer irrespirable. Sino porque en estos últimos 10.000 años hemos dependido cada vez más del cultivo de plantas y de otros animales (que también dependen de cultivos) para sobrevivir, y son los cultivos los que mueren con olas de calor, de frío, de sequía, inundaciones, y los demás fenómenos climáticos que son cada vez más frecuentes y van camino a serlo aun más.

¿Qué provoca el cambio climático? Las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿De dónde vienen esas emisiones? En el caso del cambio climático actual, estas emisiones están siendo generadas en una cantidad y a un ritmo mayor a todo lo visto en la historia del planeta, y su origen es humano. Más concretamente (y hay que ser concreto para evitar estupideces misántropas), de dos sistemas socio-técnicos humanos: la producción de alimentos y la producción de energía (incluyendo transporte).

Son esos dos sistemas los que hay que reformar de inmediato para que dejen de emitir gases de efecto invernadero y así no excedernos del objetivo fijado científicamente de 1,5 grados centígrados de calentamiento global. Más calentamiento que ese será catastrófico. En este video del 2020 se alerta que ahora estamos a 1,3 grados centígrados de calentamiento, y que las emisiones se han acelerado en vez de reducirse a pesar de todas las cumbres climáticas y los discursos políticos. En esta entrevista no se aclaran las razones económicas y políticas de por qué pasa esto, y creo que eso es un gran déficit. Esto me motivó a difundir este video pero también hacerle unas críticas necesarias.

Mis críticas

¿Por qué estamos dónde estamos?

¿Por qué los gobiernos de la Tierra, teniendo desde hace décadas la información científica disponible sobre el cambio climático, han hecho poco y nada para transformar los sistemas alimentarios y energéticos? ¿Por qué se sigue permitiendo -y en algunos casos, incentivando- que se talen los bosques y se degraden los ecosistemas que ayudan a absorber el carbono de la atmósfera? ¿Por qué los objetivos de mitigación del cambio climático fijados en la Cumbre de París de 2015 no se están cumpliendo?

Mi respuesta es esta: Porque la civilización capitalista global en la que vivimos está fundamentalmente orientada al crecimiento infinito. Crecimiento infinito de ganancias, del PBI, de producción, de consumo. Esto es fundamentalmente incompatible con un modo de vida sustentable en un sistema cerrado como es nuestro planeta, donde los recursos son finitos. Estos sistemas económicos basados en el crecimiento infinito están consumiendo los recursos planetarios a un ritmo bastante mayor de lo que al planeta le lleva regenerarlos (explorar la huella ecológica).

No sólo es lógico deducir que este tipo de sistema socio-económico resistirá todo tipo de restricciones al crecimiento, sino que además es una verdad histórica. Lo ha hecho muy eficazmente. Los sistemas políticos dependen de los sistemas económicos más que lo contrario. Los bancos, las industrias de combustibles fósiles, y todas las corporaciones cuya misma existencia depende del modo de vida consumista, han hecho durante décadas un muy exitoso lobbie negacionista en los gobiernos y en la academia para que la conciencia social sobre esta emergencia llegue demasiado tarde.

Además hay que considerar que los sistemas políticos construidos sobre el capitalismo, incluso los que se llaman a sí mismos "democracias", están blindados contra la acción ciudadana. Pueden hacer concesiones en el discurso, pueden hacer reformas superficiales, pero los intereses capitalistas para la ganancia inmediata siguen siendo prioritarios respecto a los intereses de la humanidad como especie, por no hablar de las demás especies con las que compartimos este planeta. De ahí que sus propuestas de respuesta a esta crisis, como el Green New Deal, sean básicamente sobre cómo continuar el capitalismo pero contaminando menos y reciclando más.

¿Por qué se sigue quemando combustibles fósiles?

Porque siguen siendo la fuente más eficiente de energía.

Si las energías renovables (paneles solares, aerogeneradores) fueran las más eficientes, serían las más utilizadas. Especialmente por un sistema económico que valora la eficiencia mucho más que la resiliencia, ya que más eficiencia significa más productividad y más productividad significa más ganancia.

La "adicción" del capitalismo industrial al carbón primero y al petróleo después se debe a su gran densidad energética, a que la energía obtenida de su uso ha sido mucho mayor que la energía invertida para extraerlos (alta tasa de retorno energético), a su capacidad para ser acumulados y a su facilidad para ser transportados a zonas muy lejanas de donde se producen.

Además el petróleo tiene muchos otros usos aparte de combustibles como la nafta y el gasoil, como la fabricación de fertilizantes y pesticidas para la agricultura y la fabricación de plástico. O sea que hay otras industrias aparte de las del transporte que necesitan petróleo y derivados del petróleo como materia prima.

La energía solar y la energía eólica son menos eficientes, son fluctuantes, y lo que más generan es electricidad, siendo que la electricidad es solo uno de los usos energéticos del sector residencial y el industrial. La producción de acero y de cemento, por mencionar dos materias primas tan presentes en nuestra vida cotidiana, requieren hornos que llegan a miles de grados centígrados. Actualmente esos hornos consumen carbón o gas. ¿Es posible electrificar todos esos hornos? ¿Es posible electrificar todos los vehículos del planeta? ¿Y es posible que la electricidad consumida por la industria y los vehículos venga 100% de fuentes renovables? Esto se ha estudiado técnicamente y podemos estar seguros de algo: si fuera igual o más eficiente que lo que se hace ahora, las empresas ya lo hubieran implementado.

El optimismo que Carter muestra sobre la transición energética es infundado. Si estamos hablando de paneles solares y aerogeneradores, no sólo consumen combustibles fósiles en su fabricación y su transporte, sino que dependen de materias primas como el litio que no son renovables y que tienen cuellos de botellas productivos.

La conclusión es que los combustibles fósiles se van a seguir extrayendo y quemando mientras sea lo más rentable de hacer, y esto seguirá siendo lo más rentable mientras las energías renovables tengan menor tasa de retorno energético que los hidrocarburos. Y, por supuesto, esto sucederá mientras sigamos viviendo en un sistema social que prioriza lo más rentable sobre todo lo demás.

¿Hacerse vegano?

Carter menciona que una de las acciones inmediatas que se pueden tomar para reducir las emisiones es hacerse vegano. Está estudiado que una dieta con productos animales suele tener mayor impacto ambiental que una dieta estrictamente vegetariana. Por ejemplo, para producir un kilo de carne vacuna se necesitan 15.000 litros de agua, mientras que para producir un kilo de trigo se necesitan 1.500. Además las vacas son grandes emisoras de metano, uno de los principales gases de efecto invernadero.

Sin embargo reducir la producción animal en el actual sistema agroalimentario no llega a la raíz del problema. Una dieta vegana de un integrante de la clase media urbana puede tener más impacto ambiental que una dieta equilibrada de alguien que vive en una granja. Si se mantiene la tendencia al crecimiento infinito, las emisiones ahorradas en producir menos carne se recuperarán por otro lado. Por no hablar de que si se mantiene esta división del trabajo donde el campo es el único que produce la comida y la ciudad solo la consume, entonces no se reducirá el impacto ambiental del transporte de alimentos.

El enfoque de la transición tiene que estar puesto en el sistema de producción y de distribución más que en el consumo individual. Sea lo que sea que se produzca, tiene que hacerse de manera local y agroecológica para que sea sustentable. Y en el marco de un decrecimiento. Los "cambios en el estilo de vida" no son suficientes.

La perspectiva de Extinction Rebellion

Carter repetidamente elogia a Extinction Rebellion y su objetivo de cero emisiones. En realidad XR tiene tres objetivos:

  1. Obligar a los gobiernos a que digan la verdad sobre el cambio climático
  2. Políticas agresivas para reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2025
  3. Asambleas ciudadanas y desobediencia civil no violenta como forma de resistencia contra gobiernos que no actúen

Esto es únicamente un programa de mínima para la resistencia. No ofrece ninguna perspectiva de cómo reformar la sociedad. Hasta la obsoleta izquierda a lo bolchevique tiene propuestas más avanzadas que la mera resistencia. Necesitamos una perspectiva de transición ecosocial.

¿Nos ayuda el discurso moralista?

La entrevista pasa de enumerar hechos desde la perspectiva macro (el clima, los océanos, el Ártico, el Amazonas, la barrera de coral) hasta la exaltación moral para el cambio individual.

Así como no se aborda la naturaleza fundamentalmente insostenible del capitalismo, tampoco se abordan las complejidades de los sistemas de producción y distribución, su dependencia de los combustibles fósiles, y de cómo sería reformarlos para llegar al objetivo de cero emisiones.

Los sistemas económicos y políticos son mencionados al pasar, pero el subtexto de la discusión es que las emisiones ocurren por voluntad política y que por lo tanto para salir de la crisis hay que llegar a la suficiente presión ciudadana sobre la clase política para que cambie el rumbo del sistema económico. El problema inmediato en ese marco es "¿cómo logramos que la gente reaccione?" Carter propone que hay que basarse en el dualismo del bien y el mal, llamar el mal a lo que está pasando, y por lo tanto exhortar al individuo a que elija el lado del bien y asuma su responsabilidad en la lucha contra el mal.

Suena tonto dicho así, y efectivamente es tonto. Sin embargo, es lo que nos dicen en este video. Esto es lo que pasa cuando los expertos en ciencia climática se largan solos a hacer especulaciones extra-técnicas sobre por qué lo que hay que hacer no se está haciendo y cómo lograr que sí se haga. Cuando la respuesta a esos interrogantes pertenece a la historia y a las ciencias sociales, de las cuales podrían aprender algo.

Pero entonces, ¿vale la pena ver el video?

Sí, vale la pena. Porque cumple con un objetivo importante, que es llamar la atención sobre la amenaza existencial del cambio climático. Y algo que dicen ahí tiene mucho valor: hay que tomarse el tiempo de pensar lo impensable. El sufrimiento y la muerte de miles de millones de personas es impensable, pero si no pensamos en ello para prevenirlo o al menos mitigarlo, es algo que muy probablemente veremos suceder en estos años, y ya no algo que pueden llegar a ver nuestros nietos.

Incluso dejando afuera la escasez de materias primas y de energía, que tiene consecuencias catastróficas, la pérdida de cultivos por razones climáticas va a llevar al encarecimiento de alimentos primero y a su escasez después, con las consecuencias fácilmente predecibles de desnutrición y derrumbe social. Estas crisis humanitarias, que han sucedido en zonas puntuales del mundo y casi siempre resultado de alguna guerra, serán más frecuentes y más cercanas si no nos preparamos.

En mi opinión es inútil esperar cambios a nivel de los gobiernos nacionales. Las acciones a nivel local es lo que más tenemos a mano. Construir resiliencia comunitaria (por ejemplo, producción local de alimentos) para que cuando llegue la escasez (por pérdida de cultivos o disrupción de cadenas de suministro) no nos golpee tan fuerte y podamos preservar parte del tejido social, y generar sistemas de gobierno democrático que reemplacen a los Estados en declive.

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