Los actores sociales en la Argentina capitalista, a vuelo de pájaro

Un clásico de la sociología obrerista


Si el capitalismo argentino fuera un infierno, el Diablo es el Capital y sus demonios a cargo de verduguearnos son: 
  1. la clase burguesa
  2. la clase política
  3. la oligarquía sindical
  4. las fuerzas represivas
  5. el crimen organizado
  6. la mafia judicial
  7. los multimedios
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La clase burguesa es la dueña de casi todo lo que vemos. Indirectamente también es dueña o potencial dueña de los pequeños negocios de barrio a través de los bancos y el alquiler de los locales comerciales. Es la clase que nos explota y destruye a la Madre Tierra en nombre del Progreso, cuando en realidad solo lo hace por ganancia. Son la personificación más cercana del Capital. Siempre crecer, siempre acumularse. Pasando por encima de su propia decencia humana, pisoteando la dignidad y la vida de otros seres humanos. Si tienen que destruir bosques enteros o contaminar un mar por siglos, condenándose a sí misma y a su propia descendencia a vivir en un mundo con menos riqueza natural, lo hará. La mayor ganancia en el menor plazo posible es su única prioridad. Construir un imperio es la segunda.

La clase política es la mafia que ocupa los altos cargos del Estado, generalmente con nuestro voto, y además de funcionar como el CEO colectivo de la clase burguesa, tiene sus propios negocios y ambiciones, que también son antipueblo y antiecosistemas. Es la encargada de vendernos la acumulación de Capital como el interés general de la sociedad. Cuando tiene que convencer de los beneficios del capitalismo a la población trabajadora, usa la palabra Crecimiento o Desarrollo, y de cómo eso nos trae empleo y nos pone dinero en el bolsillo. También promueve el Nacionalismo para enfrentar y dividir a la población trabajadora bajo su dominio de la población trabajadora de otros territorios. La división de la clase política en partidos enfrentados es en parte por tradición competitiva y en parte para conservar las apariencias de un sistema político "democrático". Los políticos son seres esencialmente pragmáticos y con pocos principios por encima de su ambición personal y grupal, pero pueden identificarse con diversas ideologías políticas como el populismo, el liberalismo, el desarrollismo y el fascismo (marrón o rojo).

La oligarquía sindical es la mafia que dirige las organizaciones que antes representaban un límite del pueblo trabajador contra la explotación económica y la dominación política, pero ahora son organizaciones de un empresariado más. Los sindicatos tienen dos productos valiosos que vender a capitalistas y gobiernos: una mano de obra disciplinada en el lugar de trabajo y calles tranquilas. Los oligarcas sindicales simulan ser los representantes legítimos de "las bases" (su nombre para los trabajadores, ya que ellos hace tiempo dejaron de serlo). La democracia sindical es declamada pero su práctica es reprimida por métodos paraestatales. Los oligarcas sindicales suelen ser también empresarios y tener relaciones estrechas con la clase política.

Las fuerzas represivas son el perro guardián de la propiedad privada de la población privilegiada (la propiedad privada del pueblo no tiene protección ni contra el Estado ni contra los bancos). Son el palo del Estado contra las medidas de resistencia popular contra la injusticia legal, la explotación y el ecocidio. La delincuencia común no es el verdadero enemigo de la institución policial, es su competencia y a veces su socia o empleada. Las fuerzas policiales están llenas de sádicos que disfrutan de verduguear a gente desarmada. Funcionan como ejército de ocupación en barrios pobres y allí donde el pueblo lucha. Si alguna vez agentes de estas fuerzas hacen un servicio a la comunidad es a pesar de su función y no gracias a ella. Los policías que no participan directamente de la corrupción son su sostén pasivo mediante su silencio y mirar al otro lado. La alternativa es ser asesinados con sus familias por la peor mafia de todas: la que dispone del poder legal y legitimidad social para vigilar, secuestrar, golpear y disparar.

El crimen organizado es un sector capitalista especializado en los negocios ilegalizados por el Estado: el narcotráfico, el robo de vehículos y mercadería, el tráfico de armas y la trata de personas. Está íntimamente relacionado con los bancos, la burguesía "respetable", el sistema político y las fuerzas represivas. Ofrece empleo a gente pobre con poca formación moral que esté dispuesta a envenenar, golpear, secuestrar, asesinar, violar, prostituir, esclavizar y torturar a otra gente por dinero. El crimen organizado está lleno de gente sádica que se cree mejor que el pueblo que se levanta a ganarse el pan todos los días. Goza de la protección de las fuerzas represivas e incluso a veces es su empleador. En algunos países, es tan poderosa como la clase burguesa "respetable" e incluso tiene a sus propios políticos.

La mafia judicial se encarga de darles impunidad a todos los anteriores. Defienden las leyes de los ricos y defienden a los ricos de las leyes. Son los jefes nominales de las fuerzas represivas, socios de la clase política y sirvientes de la clase burguesa. Tienen el poder de mandar a las cárceles a criminales pobres y a gente que lucha contra la injusticia sistémica. Los jueces y fiscales que se creen el verso del sistema judicial como vehículo de la justicia universal son rápidamente disciplinados por mecanismos represivos internos o, los más testaduros, amenazados con daño a ellos y a sus familias. Igual que las fuerzas represivas, si ocasionalmente contribuyen a hacer justicia es a pesar de su función social y no gracias a ella.

Los multimedios son grandes empresas capitalistas que se encargan de restringir nuestro universo mental. Se dividen en tres grandes ramas: los medios de comunicación concentrados o masivos, el aparato publicitario, y la industria de la ficción audiovisual.  Todos ellos aceitan la maquinaria mediante la cual el bienestar del capitalismo y la estabilidad del Estado son identificados con los intereses generales de la sociedad, y donde cualquier desafío al sistema es pintado como un horror que puede llevarnos al caos absoluto. Los medios de comunicación concentrados controlan el flujo y la forma en que las noticias llegan al conocimiento masivo. Se dividen entre oficialistas, opositores e independientes del gobierno de turno, tanto por sus diversas redes de relaciones con la clase burguesa y la clase política como para mantener las apariencias de una pluralidad de opiniones. También manipulan nuestras emociones de odio y miedo, magnificando las amenazas de la criminalidad y del terrorismo, y metiendo a las luchas sociales en el mismo combo, para mantener a la clase media apegada a las fuerzas represivas y al orden burgués. El aparato publicitario fomenta la ambición de consumir los productos del mercado capitalista y de ser rico, dejando en el margen otras maneras de vivir que no estén al servicio del Capital. La industria del cine y de las ficciones televisivas limita nuestros imaginarios sociales, reforzando aquellos que justifican el mundo existente como el mejor posible o el menor de los males y marginando aquellos que lleven a mundos alternativos que fomenten una crítica del capitalismo.

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Los intereses particulares de estos actores a veces pueden ser divergentes y opuestos. Cuando no hay peligro para el sistema, hasta pueden pelearse por una porción mayor de la torta de riqueza/poder, tanto dentro de su grupo como entre grupos. Pero se necesitan entre sí y formarán un bloque sin fisuras si el sistema está en peligro.

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