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Sobre el programa mínimo y el programa máximo

Nota de 2021: este texto pertenece a una etapa anterior de mi pensamiento político. Estaba todavía sosteniendo una injustificada esperanza en que el sujeto "clase obrera" tenía como misión histórica la superación revolucionaria del capitalismo y la instauración de una sociedad comunista avanzada.

Lo conservo en este blog para ser intelectualmente honesto y como testimonio de mi transcurrir dentro del dogma marxista.


Sobre el programa mínimo y el programa máximo



La transformación consciente de una sociedad es un proyecto extremadamente complejo y no se puede hacer espontáneamente. Hace falta organizarse y ordenarse, de ahí la utilidad de un programa.

¿Qué es un programa en política? Es una declaración de intenciones a partir de un análisis de la realidad.

Lo que quiero lograr con este artículo es que charlemos juntos qué papel tiene un programa, y por qué desde Emancipación proponemos recuperar la división entre programa mínimo y programa máximo como alternativa a otras propuestas[i].

En lo que sigue voy a relatar cómo entiendo yo la cuestión del programa a partir de una analogía geográfica. Es lo que funcionó para mí, no quiere decir que sea el mejor método.

Pensando el programa

Estamos en una sociedad capitalista global, dividida en clases sociales, y dirigiéndose a un colapso ecológico a nivel planetario. La clase dominante es la burguesía, que concentra el poder económico mediante la relación social “Capital” y concentra el poder político mediante la relación social “Estado”. Deseamos una sociedad global sin clases ni Estado, ecológicamente sostenible, con comunidades autónomas que se articulen libremente entre sí, donde las relaciones de explotación y de opresión sean reemplazadas por la cooperación libre. “Una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos” (Manifiesto Comunista).

Esta sociedad que deseamos está en el horizonte, pero a lo lejos divisamos grandes obstáculos que tenemos que sobrepasar si queremos llegar allí. Se trata de enormes y profundas transformaciones sociales que son necesarias para llegar al objetivo último. Mientras no las realicemos, todos los avances que logremos en condiciones de vida y organización autónoma de las poblaciones explotadas podrán ser revertidos por el enemigo (la clase capitalista y el Estado). El conjunto de estas transformaciones sociales forman un programa máximo.

Ejemplo de programa máximo

Las siguientes propuestas no salen de un repollo, están fundamentadas en una evaluación de la experiencia histórica del socialismo y el comunismo. Allí donde la clase obrera logró hacerse con el poder político, adoptó medidas en este sentido. Donde la clase obrera no las tomó porque confió en un líder carismático o en una vanguardia partidaria o sindical, fue derrotada por la burguesía o terminó sojuzgada por una nueva clase dominante.

Es importante anticipar, ante la objeción de que si esto se hace en un país no funcionaría, sería invadido, bombardeado, etc., que este programa máximo necesita aplicarse internacionalmente.

  • Democratizar[ii] los medios de producción y de cambio. Necesitamos que la producción y la distribución de bienes se subordine a las necesidades sociales y especialmente a la preparación para sobrevivir el cambio climático, según una planificación decidida democráticamente por las comunidades. Mientras no hagamos esto, la riqueza social producida por toda la población seguirá concentrándose en manos de una minoría cuyo único interés es el lucro, a costa del sufrimiento de millones y de la destrucción de los ecosistemas que hacen posible la vida humana en este planeta. Necesitamos que los principales medios de producción y de cambio (tierras de cultivo, materias primas, fábricas y talleres, medios de transporte, comercios y bancos) sean inmediatamente confiscados y pasen a ser propiedad colectiva de las comunidades, para quitarle el poder económico a la burguesía y empezar a abolir las diferencias de clase. Mientras el capital siga en manos privadas o de gobiernos, tendremos que pedirles que nos empleen para obtener un sustento para nuestras familias, lo cual nos reduce a una servidumbre disfrazada de contrato voluntario y nos empuja a una lucha de todos contra todos por la supervivencia.
  • Democratizar los medios de difusión y comunicación. Necesitamos quebrar la hegemonía ideológica y cultural mediante la cual la burguesía logra nuestro consenso para seguir dirigiéndonos. Para ser libres de compartir el conocimiento, las distintas experiencias, hablar francamente de nuestras dificultades sociales y de las ideas para solucionarlas, necesitamos romper el oligopolio que la clase burguesa tiene sobre los periódicos, las imprentas, la televisión, la radio, las plataformas de internet y las productoras musicales, de series y de películas. Mientras no hagamos esto nos seguirán mintiendo, adoctrinando, manipulando, desviando nuestra atención de los asuntos que nos interesan, poniéndonos unos contra otros[iii], generando formas de entretenimiento que anulan nuestras capacidades reflexivas y reproducen la violencia social, y acallando las voces críticas. Facilitando así el consenso social para la dominación de la burguesía, sus intelectuales y sus partidos políticos.
  • Abolir los cuerpos represivos y los ejércitos. Necesitamos inutilizar los medios de destrucción masiva y lograr que los cuerpos armados capaces de sojuzgar poblaciones se pasen al bando defensor de las comunidades o, en caso contrario, sean desarmados y desbandados. La seguridad debe ser un asunto de la comunidad y no de un cuerpo especializado que pueda volverse contra la población a la que “protege”. Mientras no hagamos esto, la burguesía, su staff político y sus burócratas tendrán el poder de quitarnos por la fuerza lo que no obtengan por nuestro consenso, amenazando y ejerciendo violencia física contra nuestras familias, destrozando los lazos comunitarios mediante la muerte y el terror. En no pocos lugares del mundo, el narco y otros cuerpos armados paraestatales comparten esta función represiva con el Estado.
  • Abolir el Estado, democracia de las comunidades. Mediante el poder político se dirigen los asuntos comunes tales como la economía, la administración de los recursos naturales, los servicios públicos (salud, educación…), la seguridad, la justicia. Necesitamos abolir la estructura burocrática que concentra las decisiones sobre los asuntos comunes en pocas manos y reemplazarla por instancias de democracia real o directa, reduciendo así al mínimo la distancia entre poder político y comunidades. Mientras no hagamos esto, el poder político estará concentrado en manos de funcionarixs que, les hayamos votado o no, van a tender a manejar estos asuntos en beneficio de los intereses de la clase dominante o los suyos propios antes que/por encima de/en vez de los nuestros[iv]. Algunos balances de la experiencia histórica también nos dicen que un “Estado revolucionario” o “Estado obrero” creará una nueva sociedad que podrá no ser capitalista ni burguesa, pero seguirá estando basada en la explotación[v].

Intermedio

Lo mencionado anteriormente, a pesar de que es cada vez más urgente (sobre todo por el cambio climático), estamos muy lejos de poder lograrlo hoy. Tenemos cosas mucho más “chicas” pero mucho más posibles de resolver en el corto plazo. De hecho en esta época de derrota histórica de la clase obrera solemos estar más a la defensiva que a la ofensiva, teniendo que resistir los ataques en nuestra contra por parte de un poder capitalista bien organizado.

Pero si la relevancia práctica del programa máximo hoy es poca, su relevancia teórica es mucha. Nos sirve para comprender que todo lo que logremos en las luchas reivindicativas actuales será un avance precario, posible de ser revertido, mientras no podamos tomar estas medidas. Nos sirve para comprender la necesidad, desde hoy, de establecer lazos de comunicación y cooperación entre distintas regiones y a nivel internacional, aunque solo sea al principio una cooperación de tipo intelectual. Todo esto al mismo tiempo que luchamos por nuestras reivindicaciones actuales a nivel local. Estas reivindicaciones conforman el programa mínimo.

El programa mínimo

Está compuesto por las reivindicaciones coyunturales que en principio no amenazan el orden capitalista, pero son elementales para nuestra supervivencia y suelen ser de carácter urgente.

Si el objetivo último es el horizonte y el programa máximo son los grandes obstáculos que vemos a lo lejos, el programa mínimo indica los próximos pasos que necesitamos dar desde donde estamos paradxs ahora.

Si el programa máximo se mantiene casi sin cambios en periodos no revolucionarios, pues es el programa para una situación revolucionaria, el programa mínimo sí sufrirá más actualizaciones, a medida que haya victorias y derrotas en las luchas contemporáneas.

Si el programa máximo es general, el programa mínimo es específico. Cuánta mayor sea nuestra capacidad de mapear el territorio, más acertado será el trazado de nuestro camino. Y cuánto más adecuada sea nuestra organización, mejor podremos caminar.

Hacer un ejemplo de programa mínimo será problemático y taparía el bosque de la discusión metodológica que tengo por objetivo en este artículo. Lo que puedo decir es que un programa mínimo tiene que circunscribirse a un territorio y su realidad. No es el mismo el programa mínimo en una ciudad de Siria siendo bombardeada por Putin y Al Assad que en el barrio de San Telmo en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué es lo que habrá de común? Justamente, los “comunes”: ingresos, alimentación, vivienda, empleo y condiciones de trabajo, salud, ambiente, educación, seguridad, derechos civiles, cultura. Pero serán diferentes las prioridades y el punto de partida[vi].

Palabras finales

Soy consciente que este texto, sobre todo la parte de programa máximo, va a suscitar un gran escepticismo –por decirlo livianamente- en quienes no son socialistas ni comunistas. Hoy en día, sobre todo desde la crisis mundial del 2008, cualquiera acepta una crítica al capitalismo. Las críticas al capitalismo son renovadas por la cuestión ecológica, hay un nuevo interés en las investigaciones de Marx sobre cómo funciona el capitalismo, y han aparecido con fuerza las críticas a la desigualdad social cada vez más aguda en aquellas partes del mundo donde el capitalismo “funcionaba mejor”.

Pero cuando hay que pasar de la crítica a la propuesta positiva y resolver qué hacemos en vez de capitalismo, nos seguimos encontrando en un terreno muy precario. El descrédito del socialismo producto de las monstruosidades del siglo XX, y agregándole a eso el desastroso “socialismo del siglo XXI” chavista en Venezuela, nos coloca en especial dificultad a quienes nos seguimos identificando con los rótulos socialista/comunista, por más delimitaciones que hagamos de los socialismos anteriores (incluso si negamos que fueron socialismo).

La esperanza más moderada que guardo es que este texto sirva para debatir dos puntos entre la gente interesada: por qué conviene la separación entre programa mínimo y programa máximo; y qué sociedad queremos más allá de cómo le llamemos.

 

 

 

Notas:

[i] El “Programa de Transición” de Trotsky, al que las organizaciones trotskistas siguen aferrándose a pesar de 80 años de fracasos, fue consistentemente criticado ya por Rolando Astarita en un documento esencial para quien quiera hacer un balance marxista del trotskismo: Crítica del Programa de Transición

[ii] Generalmente se usa la palabra “socialización”, lo cual sería lo opuesto a privatización. Pero a “socialización” le encuentro dos problemas. Primero, que los medios de producción y de cambio ya están socializados, sólo que de manera capitalista. Más que cambiar su status jurídico (derechos de propiedad) se trata de cambiar la manera en que se los usa. Segundo, que en la ideología socialdemócrata-leninista dominante en la izquierda, socialización se interpreta como estatización. Por lo cual prefiero usar un término más específico que apunte a aclarar cómo serán gestionados estos medios.

[iii] El “otro” al que nos hagan odiar puede ser gente de otra nación, con otro color de piel, con otra identidad de sexo-género, con otra religión. A veces el odio se lo creará desde arriba, a veces el odio ya existe desde abajo y se lo potenciará. Un profundo humanismo laico, lo más liberado de metafísica posible, es un buen arma para resistir estos embates.

[iv] Las repúblicas con gobierno representativo, mal llamadas “democracias”, fueron diseñadas para que sea la burguesía, y no “el pueblo”, quien se haga con el poder político. Por lo tanto es una estafa llamarles democracias, incluso agregando “burguesas”. La monarquía por un lado y la democracia por el otro eran señaladas claramente como el enemigo por los intelectuales revolucionarios de la burguesía, como James Madison. La república era vista por esta gente como el justo medio entre la tiranía y la “anarquía”.

[v] La realidad del “socialismo real” del siglo XX dio lugar al mordaz refrán: “el capitalismo es la explotación del hombre por el hombre y el socialismo es todo lo contrario”.

[vi] Por ejemplo, en Argentina, a nivel nacional, el año pasado se planteó la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE). Una demanda que, finalmente, logró llegar a ser discutida en sesiones del Congreso Nacional y generó un movimiento popular a favor y en contra. En este año 2019 la legalización de la IVE sigue pendiente, sin embargo ha pasado a segundo plano por la desmejora de la economía y las elecciones municipales, provinciales y presidenciales.

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