El 24 de marzo y los brujos

 


Originalmente publicado en Revista Propuesta Marxista

En coautoría con Roberto Parodi


Las distintas lecturas de la dictadura del 76-83

El Proceso de Reorganización Nacional, tal como se autodenominó la dictadura cívico-militar del 76 al 83, es un campo de disputa entre varias interpretaciones históricas. La interpretación pro-dictadura dice que los desaparecidos eran terroristas y que las FFAA salvaron a la patria del comunismo. La interpretación conocida como “teoría de los dos demonios” habla de un enfrentamiento entre extremistas de izquierda y extremistas de derecha con una sociedad inocente de por medio que sufría las consecuencias. La interpretación “setentista” nos habla de héroes que querían un mundo mejor exterminados por crueles demonios neoliberales. Nuestra interpretación, en cambio, se enmarca dentro de la historia de la lucha de clases en Argentina.

En los años 60 empezó en la Argentina una crisis de hegemonía donde la burguesía vio disputado su status de clase dirigente. Se encontraba frente a un movimiento obrero cada vez más incontrolable donde las corrientes democráticas y combativas empezaban a prevalecer sobre las corrientes burocráticas y conciliadoras. Existían comisiones internas y cuerpos de delegados, muchas veces en enfrentamiento contra la burocracia sindical, que ponían un freno al despotismo patronal en los lugares de trabajo. Empezaban a crecer corrientes abiertamente revolucionarias dentro y fuera del peronismo. Esta efervescencia de la militancia en las fábricas, facultades, escuelas, barrios, etc, ligada a posiciones de la clase obrera y entusiasmadas por la Revolución Cubana y la Resistencia Vietnamita, constituyeron una fuerza social revolucionaria que el proceso militar comenzado desde 1969 se reveló incapaz de disciplinar.

Al mismo tiempo la crisis mundial del régimen de acumulación capitalista conocido como “Estado de Bienestar” presionaba para la realización de un brutal ajuste y una profunda reestructuración del capitalismo argentino mediante la liberalización financiera, la eliminación de barreras arancelarias, la desregulación laboral, y el endeudamiento externo. Este objetivo económico de la burguesía estaba decidido bastante antes del golpe y su mejor representante en el país fue Martínez de Hoz. Sin embargo, para aplicar estos planes e implementar el nuevo régimen de acumulación “neoliberal”, era imprescindible la derrota previa de la fuerza social revolucionaria.

El Cordobazo (1969) y otras insurrecciones hicieron tambalear a la dictadura militar iniciada en 1966. Liderada por el General Lanusse, la dictadura debilitada en 1971 ideó el Gran Acuerdo Nacional donde se convocó a Perón para que, desde el gobierno, desactivara el proceso revolucionario con una combinación de coerción y cooptación. Fue el gobierno de Perón y sus herederos (1973-1976) el que, aprovechando su legitimidad electoral, aisló al ala izquierda de su movimiento demonizándoles como infiltración marxista y se apoyó abiertamente en la burocracia sindical. Con el apoyo a las FFAA en operaciones contra la guerrilla y la creación de la Alianza Anticomunista Argentina, se desplegó una estrategia represiva contra la fuerza social revolucionaria que consistió en asesinatos selectivos y persecución a referentes obreros, estudiantiles, barriales e intelectuales. Perón murió antes de poder cumplir su pacto con la burguesía y es sucedido por su viuda, que se demuestra ineficaz para completar la tarea contrarrevolucionaria. No le quedó más camino a la burguesía que suspender el orden constitucional para recurrir a la aplicación más pura y brutal de la coerción, hoy ampliamente condenada como dictadura genocida y/o terrorismo de Estado.

El golpe del 24/3/76 significó que el iniciador de la “guerra antisubversiva”, el gobierno peronista, fuera desplazado de la dirección de la misma por la Junta Militar. Sin embargo, el peronismo le dejó a su sucesor la herencia de los decretos de exterminio y siguió colaborando (con burócratas sindicales como Hugo Moyano y buchones como Gerardo Martínez) en la eliminación de comisiones internas y cuerpos de delegados, desaparecidos por los grupos de tareas. Los militares argentinos, ya bajo la doctrina de seguridad nacional del Departamento de Estado norteamericano implementada en el gobierno radical de Frondizi, se habían entrenado en contrainsurgencia en la Escuela de las Américas y tomaron como modelo la estrategia de la ocupación francesa en Argelia. Una vez con la dirección del Poder Ejecutivo Nacional, tuvieron las manos libres para dar la llamada por ellos “guerra contrarrevolucionaria”.

¿Qué objetivos tenía la Junta?

Es mentira que el objetivo principal de la dictadura fuera derrotar a la guerrilla. Esto podría haberse hecho dentro del orden constitucional, como se hizo en Italia contra las Brigadas Rojas.

De 10 desaparecidos, 4 eran activistas sindicales y 3 activistas estudiantiles. El 70% de los desaparecidos era menor de 30 años. De esto se puede deducir que se apuntó a quebrar una clase y una generación. El terrorismo del secuestro nocturno, la tortura y la desaparición fue esencial no solo para derrotarnos físicamente sino para que el miedo destruyera el tejido social de la fuerza revolucionaria, para que la solidaridad diera lugar al individualismo y el compañerismo a la delación.

Sin embargo estos crímenes no fueron los más grandes de los cometidos por la dictadura. La implantación del régimen de acumulación neoliberal significó el principio de la eliminación de lo que quedaba del Estado de Bienestar, el desmantelamiento de sectores enteros de la industria nacional, la multiplicación de la deuda externa y la sujeción a los organismos internacionales de crédito, los cimientos de una pobreza y una desocupación estructural, las condiciones sociales para una mayor precarización del trabajo. Si el terrorismo de Estado fue una violencia dirigida contra una generación, el inicio del neoliberalismo fue una violencia dirigida contra varias.

Cuando la tarea contrarrevolucionaria estuvo cumplida y las condiciones estuvieron dadas, nos permitieron volver a votar, organizarnos políticamente y sindicalmente, en tanto las instituciones en las que el capitalismo canaliza los reclamos ya estaban a salvo. La transición del régimen de facto al de “libre competencia” de partidos burgueses se llevó adelante manteniendo el mismo Estado, las mismas FFAA y la misma clase dominante. Pero con una clase obrera derrotada, desorganizada, y que había retrocedido en sus condiciones de vida, en su poder en el lugar de trabajo, y en sus perspectivas políticas y existenciales.

Los derechos humanos en la pos-dictadura

Décadas después de la “vuelta de la democracia”, el movimiento de DDHH logró que se juzgaran y encarcelaran a algunos personajes notables de la dictadura. Pero ni siquiera el “gobierno de los derechos humanos” kirchnerista dejó que se “mancille el honor” del conjunto de las fuerzas represivas, ni dejó de reproducir genocidas en sus escuelas de cadetes (el abrazo de Hebe de Bonafini y el genocida Milani fue la mejor síntesis de la política de DDHH del kirchnerismo). Tampoco se privó de movilizar fuerzas represivas contra la clase obrera cuando lo creyó necesario.

El encarcelamiento de algunos notables genocidas sin mando de tropa fue el costo necesario para salvar al conjunto de las fuerzas represivas como parte indispensable del orden capitalista.

El actual gobierno de Macri, montado en el desprestigio del gobierno anterior, directamente reivindica los atentados cotidianos contra los DDHH de la clase proletaria. Si el gobierno anterior miraba para otro lado con las ejecuciones extrajudiciales y el rol nefasto de las fuerzas represivas, éste directamente las aplaude.

Pero nuevamente los brujos piensan en volver

Un nuevo intento de borrar la historia y la memoria está en marcha.

Los que participaron (de una u otra manera) de las fuerzas paramilitares en los 70, dirigentes sociales salidos de las parroquias, burócratas sindicales millonarios, herederos (de fortunas y cargos) de esos mismos burócratas, gobernadores que se enriquecen con los negocios sucios de sus policías provinciales, ajustadores post 2001, gente floja de papeles nerviosa porque se le pregunta cómo hizo para tener millones, aspirantes a “dirigentes populares”, lobbistas de la “ayuda social” pintarrajeados de “dirigentes sociales”, peronistas (esta vez, si!) de Perón y un montón más de fabuladores se preparan para presentarnos, otra vez, espejitos de colores.

De colores “nacionales y populares”, pero espejitos de colores al fin.

Todos aquellos personajes están dispuestos a “olvidar diferencias” para crear un frente anti-Macri y volver a llamarnos a confiar en que puede haber un capitalismo que contemple nuestras aspiraciones y nuestros reclamos. Los mismos que atacaron de una y mil formas a nuestra clase (y que no han dudado en el uso de la fuerza) nos dicen que hay que confiar en que si ellos asumen el manejo del Estado lo usarán en algo distinto a ajustar para salir de la recesión. Los mismos que se llenan la boca con los 30.000 y niegan que el terrorismo de Estado empezara antes del 24 de Marzo del 76. Los mismos que niegan que la AAA fue creada por Perón y siguen insistiendo con la “teoría del cerco”.

El peronismo es enemigo de la independencia política de la clase obrera. El peronismo es asesino de indígenas; ayer con la masacre Pilagá, hoy con las muertes por desnutrición de los Wichi y los asesinatos a los Qom. El peronismo fue el que comenzó a aplicar el terrorismo de Estado, con los decretos de exterminio por un lado y la AAA del otro. El peronismo actual, en intendencias y gobernaciones, en legislaturas provinciales y en el congreso nacional, sigue siendo socio y protagonista del ajuste y de la represión a la resistencia.

Llamamos a rechazar su ofrecimiento de frente anti-Macri y tener en claro que para el peronismo también vale lo de “ni olvido ni perdón”.

Luchemos para que el 24 de marzo signifique, para nuestra clase, un momento de movilización por nuestros caídos pero también un momento de reflexión sobre las condiciones en que se da nuestra lucha.

Ayer necesitaron de un golpe militar, hoy del engaño organizado. Tenemos que dar batalla también en ese terreno.

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